Páginas

Buscar este blog

29 de octubre de 2020

Mitológico

En aquella región de encuentro en la que concurren sustancias de diferente naturaleza y estado, en el extenso territorio fronterizo y cambiante, que es el mar, habita un ser mitológico mitad animal, mitad máquina.  Un ser alado capaz de vivir en un universo limítrofe, entre lo líquido y lo etéreo.

Su esbelto cuerpo fusiforme descansa medio sumergido descifrando las leyes de la hidrodinámica, cabalgando las olas, cortando las aguas como un ariete.

Y aunque de acuático cuerpo su alma es alada, alas prismáticas y cóncavas capaces de laminar el viento, descomponiéndolo en sutiles fuerzas que lo impulsan en todos los rumbos a barlovento, a sotavento.

Viento y agua, agua y viento…

Alza su elevada alma desde las aguas al cielo buscando la ráfaga, la ventolina, el ventarrón o el céfiro. Elegante, majestuoso navega el mar, acariciando el cielo.

Un ser espléndido que nada y vuela, que brinca y corre, que escora y cruje, que ara estelas de espuma y torsiona el viento.

Rasgos de cierta fiereza presiden su personalidad calma e inquieta. Transita en su silencioso singlar deslizándose con sencillez y prestancia sobre el azul acariciando la brisa, cediendo en la calma, fluyendo con el viento fresco y luchando en el temporal.

Dócil y fiero, caprichoso y obstinado al buscar su rumbo predilecto, un ser voluntarioso de distinguido través y aguda proa, adaptado a los azares de un universo fluido de inmisericorde braveza.

Su porte armónico, sustentado en la mesura de la ponderación de colosales fuerzas, se yergue aguerrido y galante sobre las aguas desafiando, con aplomo, los vaivenes que lo acechan.

Tumba y requiebra las olas mientras ciñe y esgrime los vientos, de compostura inigualable con sus alas desplegadas, es un ser alado y acuático que al navegante conmueve al verlo.

6 de junio de 2020

Tectónica


Movimientos convulsos azotan la geosfera formando grandes cordilleras: el Indukush, el Pamir, el Karakorum, el Himalaya, formidables pliegues que en su encuentro forman gigantescas estructuras, seres nuevos.
Movimientos de aproximación que elevan la tierra por encima de los siete mil y ocho mil metros sobre el nivel del mar, aventurando nuevos ecosistemas poco compatibles con la vida humana, naturaleza salvaje, desprovista de sentimientos y de razón; violenta y terrible, grandiosa, bella.
Corrientes tectónicas que elevan el territorio en las grandes franjas de encuentro, placas de extraordinaria densidad se funden en geológico abrazo formando materia nueva. Materia forjada de lo uno y de lo otro, en enigmático enlace en el que uno más uno suman tres; las dos fuerzas entrelazadas y la resultante de su ceñida.
Al mismo tiempo, fuerzas contrarias o tal vez las mismas, disipan espacios contiguos separando lo hasta ahora unido, resolviendo profundas simas, creando magníficas depresiones abisales de mayor calado que las más elevadas cimas; la fosa Tonga, la de Kermadec, las Marianas.
Encuentros, curioso término que define una cosa y su contraria: “acto de coincidir en un punto una o más cosas”, y a la vez “oposición, contradicción, discusión, riña o pelea”. Porque un abordaje es también un encuentro.
Las fuerzas que se agitan bajo la corteza terrestre, aún algo ignotas, se asemejan a las fuerzas que nos atraen hacia ciertos lugares y nos alejan de otros, al fluir vital que nos aproxima a determinadas personas y que nos aleja de otras a las que sin embargo apreciamos y querríamos en nuestras vidas.
Amigos, compañeros, hijos que se alejan en esa inefable deriva continental, en esta gran corriente tectónica que es la vida.

17 de abril de 2020

Alambre


La vida, se abre camino con vigor hasta en las más extremas condiciones; pelea, avanza, progresa, evoluciona. Pero al mismo tiempo su equilibrio siempre está comprometido. La Vida se abre camino, sí, pero el individuo que la ostenta lo hace sólo momentáneamente, por un periodo tan fugaz como un destello.
En estos días inciertos, pasamos por la vida como quien camina por un alambre, cautos, aprensivos, con el escrúpulo del que no quiere que la mano invisible de la enfermedad lo señale.
Zambullidos en una plaga postmoderna, todo nos recuerda la fragilidad de nuestra propia vida, mientras nuestra mente, busca ansiosa la puerta de salida. El acomodo de la Sociedad del Bienestar no nos ha preparado para la resistencia y desde el principio se alza el deseo del pronto final de esta suerte de ensalmo en el que estamos inmersos.
Y aunque, la mirada fija en el horizonte final puede significar una baliza de esperanza, la incertidumbre temporal de su conclusión contribuye a magnificar la condena. Una vez más, nuestra mirada quiere anticipar el final, mirada hacia el futuro como artimaña para eludir la realidad, pero ésta no se encuentra tan lejos, está delante de nuestros sentidos, como siempre en el presente, el momento de realidad inaplazable, persistente y obstinado que se escapa en cada instante.
Vivir es capear el temporal, cuando se presenta, con los medios de que disponemos, poniendo en orden lo importante del manual de supervivencia, afrontando cada golpe de mar, cada desequilibrio en cubierta, achicando agua cuando es menester y enfrentando el destino con inevitables sombras de zozobra en el corazón pero, aun así, con templanza.
Complicar una situación caótica o peligrosa es lo fácil, hacer de la complejidad algo sencillo es lo realmente difícil, y esa es la ardua tarea de estos tiempos, aprehender la vida desde dentro, aprender a vivir desde el interior, saber que  prisión o libertad son condiciones del alma.

2 de abril de 2020

Cuanto


La cuantificación es un valor absoluto en este Universo contable que hemos construido. Todo aquello no cuantificable, pertenece al espectro de lo invisible y adolece de reputación o simplemente es negado.
Contamos riqueza y pobreza, cuantificamos éxitos y despreciamos fracasos, contabilizamos palabras y páginas en un texto, contamos población, votos. Recurrimos a la prestidigitación de la estadística para establecer nuestras decisiones, registramos el tiempo como unidad contable, enumeramos nacimientos, defunciones, enfermos, inmigrantes, dinero, apoyos y disidencias.
En estos días de oscuridad del alma humana, contabilizamos mascarillas, respiradores, EPIS, medicamentos, camas, UCIS, hospitales, fallecidos, infectados, curados, parados, ERTES, dotaciones, médicos, contamos el tiempo de confinamiento, dinero, ayudas, aplausos, insolidaridades…
No, las insolidaridades mejor no las contabilizamos no vaya a ser que mostremos nuestra vis más farisea. Pero no deja de ser atormentante el número de ancianos a los que, nuestra sociedad del bienestar está dando por descontados, considerados de antemano como bajas inevitables de esta guerra cainita.
Gobiernos democráticos, parapetados tras la emergencia, solicitan a los sanitarios que atiendan primero a los que más posibilidades tiene de curarse dejando a nuestros mayores, ellos que han sido nuestra vanguardia, en la retaguardia de los recursos.
Gobiernos con gran desparpajo y poco escrúpulo, aconsejan que a los mayores no se los lleve a hospitales para que fallezcan mejor en sus casas. Ancianos recluidos en guetos geriátricos a los que se aisló desde el principio en focos localizados de contagio, para conseguir aislarnos de ellos, con los previsibles resultados.
Los mayores tienen todas las perder, porque los números van va en su contra, disponen de menos tiempo potencial de vida, son el colectivo más afectado, el porcentaje de recuperados es menor, su recuperación es más lenta, aglutinan más afecciones y requieren más cuidados en un momento, en el que los recursos hay que optimizarlos.
Lo cuantitativo se impone sobre lo cualitativo, se impone incluso al derecho a la vida, porque tiene la ventaja de apoyarse en datos, en números, es la epifanía de nuestro tiempo.
Podrían aducirse otros criterios distintos; como privilegiar a los nacionales sobre los extranjeros, los payos sobre los gitanos, los hombres sobre las mujeres, los licenciados sobre los bachilleres, los que tienen un empleo sobre los desempleados, los de mayor cociente intelectual sobre de que tienen menos, los cultos sobre los ignorantes, los fuertes sobre los alfeñiques, ¿los primeros en llegar?…, y así podríamos extender la lista de criterios o desarrollar un algoritmo de entre todas ellas.
Sin embargo, cualquiera de estos criterios nos chirría al oído y a la mente, porque parecen criterios arbitrarios, sin fundamentos sólidos o incorrectos. Lo cierto es que son criterios tan tajantes y brutales como el aceptado, solo que este es un criterio cuantitativo, estadísticamente cierto. Buen oxímoron esto último.
Nosotros europeos, progresistas, socialdemócratas, liberales y patriotas, escogeremos esta criba, aceptaremos el triaje sin rechistar. Ya pasó antes con los inmigrantes, ahora es con nuestros mayores, pero todo esta bien, todo por el interés general, por el bien mayor ya que nosotros ni somos inmigrantes ni mayores. Descanse en paz, entre tanto, nuestra conciencia, los números nos avalan.

16 de marzo de 2020

Reinicio


En el universo digital, se produce el reinicio del sistema cuando éste ha llegado a un punto crítico de saturación, cuando la capacidad de proceso está seriamente comprometida y la incapaz de ejecutar su trabajo termina bloqueándolo.
Hoy segundo día de clausura de la vida tal como la entendíamos hasta ahora, asistimos a un reinicio, un reinicio social que tardará en recuperar su nivel de funcionamiento óptimo.
Nos cerraron bares y restaurantes, nos dejaron sin ocio físico, limitaron nuestros movimientos, nos recluyeron en definitiva en la cárcel del aislamiento. Paradoja para una sociedad ya sumida en el cautiverio de lo virtual.
Lo imposible, lo impensable, se hace cotidianeidad. Es el universo cuántico de Kafka, dónde cualquiera puede ser humano y coleóptero a la vez. Estar en la calle aparece como un acto delictivo, pasear lo es. Un miedo cerval avanza ante la cercanía del otro por temor a un invisible enemigo. Todos somos sospechosos; unos de ser anfitriones de un virus con nombre de última versión de software, otros por no respetar la reclusión forzosa. Nuestros vecinos se afanan en acaparar vituallas para un asedio, que sería si una guerra. Asistimos atónitos a la subversión del polo del pensamiento que ha migrado del cerebro al recto. ¿No es una pérdida de dignidad privilegiar al papel higiénico?.
Llega el reinicio en un momento propicio, aplicado sobre una ciudadanía en decadencia, que jerarquiza la seguridad por encima de la libertad, un mundo de seres dóciles, adocenados, necesitados de la norma exacta para salir ilesos de una vida, de la que todos se declaran inocentes .
Descubrimos con asombro, que los escenarios distópicos no son patrimonio exclusivo de la ciencia ficción, aparecen ahora como una opción plausible, cuando el entramado del artificio social se bloquea o su incapacidad de procesamiento alcanza un nivel tan crítico, que hace necesario REINICIAR.