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18 de junio de 2010

Opinión

Sepultadas en opiniones están la intuición y el conocimiento, opiniones a cerca de cualquier cosa, a cerca de todo, opinar es un deporte fácil que no requiere esfuerzo ni entrenamiento, es una actividad que se practica con la misma rutinaria indiferencia que se camina por la ciudad.

Opinar es una tendencia, que hace de la opinión un paradigma del ciudadano contemporáneo. Opinión sobre esto, sobre aquello, opinión prestada, vendida o comprada, opinión contraída o sustraída opinión.

Como la humedad otoñal sobre terreno abonado produce hongos, los medios de comunicación sobre los ciudadanos producen opinión.

Foros, encuestas, tertulias plagadas de tertulianos de la nada, espacios desde los que se expone o se recauda opinión.

La opinión va por barrios y depende del barrio así es la opinión, no se puede opinar lo mismo si se es del barrio de salamanca o de Vallecas, no si eres conservador o progresista, no si eres hombre o mujer, si eres local o visitante, europeo o árabe, palestino o israelita, del barça o del Madrid.

La opinión tiene la cualidad de formar más opinión entorno suyo, y este incremento sostenido vehemencia la opinión que termina siendo un fin en sí mismo que no entiende de lealtades ni de conocimientos, igual es la opinión relevante o versada que la interesada, la opinión de siempre que la reciente, la opinión valiente que la intrascendente.

La opinión se nutre de sí misma, se fagocita y retroalimenta sin ningún escrúpulo y pudor, pudiendo opinarse cualquier cosa sostenida exclusivamente sobre la base, de la propia opinión.

Otra de sus cualidades es la simplicidad, o mejor dicho la simplificación, hasta de los asuntos más complejos y relevantes, la opinión sobre algo solo entiende de ella misma de manera muy sucinta, y tiende a posicionar como enemiga cualquier opinión disidente. Opinas como yo o en contra mía.

Es preciso opinar algo, para ser, hay que tener opinión. Toda opinión que se precie de serlo debe ser sencilla, enunciable en cuatro o cinco palabras, en una frase todo lo más. Y una vez formulada su alquimia trasmuta todo en hechos simples e inmutables, que no necesitan volver a ser pensados, analizados ni revisados, porque la esencia de realidad ya cristalizada en forma de opinión, alcanza la inmanencia, trascendiendo incluso al objeto mismo de opinión.