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14 de mayo de 2018

Masa


Colores ocres envueltos en circulares mundos envuelven el día, un día próximo a su conclusión, largo ya, anuncio de la estación cálida.
Sombras violáceas cercan los futuros atardeceres, que se deslizarán por la pendiente de los desencuentros, antiguos desencuentros amparados en disfraces nuevos.
Vientos de revancha inflaman la atmósfera, enrarecida ante la ausencia de destino, cambiantes formas holográficas conforman un espacio denso, abarrotado, irrespirable.
Un crisol atormentado rebosa descrédito, juicios en revolución cristalizan sentencias, veredictos, ante millones de ojos centinelas. La libertad se vende cara en los templos de la hipocresía, en el reino de la estulticia desenfrenada.
Nada parece servir ya, el revisionismo se ha instalado en el cuarto oscuro y medra en deshilachados sarmientos de oscuras tendencias, es necesario cambiarlo todo, rehacer mil veces lo hecho, con mirada nueva plagada de dogmas viejos.
Nadie alcanza a ver cuando perdimos la primera batalla, por qué va tan mal esta guerra, por qué estamos en guerra. ¿En guerra con quién?, con nosotros mismos: cruzadas ideológicas, invasiones del lenguaje, conflictos de palabras, batalla de sexos, conflagración contra el pensamiento, conflicto de libertades, hostilidad entre iguales que nos hace diferentes.
Un resplandor ígneo subyace, sus emanaciones, en ocasiones, hacen asfixiante el aire. Un magma telúrico empieza a brotar a borbotones en la mente de un nuevo hombre, un plasma territorial, sectario, geológico, ancestral, surge ante una humanidad incapaz de comprender ya ningún suceso, incapaz de dar sentido a lo que acontece.
Está naciendo el nuevo ser, títere de si mismo, conmovido, afectado, inerte, descatalogado, un ser humano ajeno, plagado de opinión pero sin criterio, pleno de doctrinas pero sin ideas, henchido de consignas pero sin discurso, huestes de forajidos de la palabra son los nuevos intelectuales.
Millones de seres masa, enaltecidos por indignaciones indignas atropellan la inteligencia, que se aparta ante la avalancha de una barbarie tan ancestral como el hombre.
Estamos en un mundo en el que la vigilancia se ha hecho moda, ya no es necesario que nadie nos vigile, ningún poder, ningún cuerpo policial. Millones de ciudadanos son los nuevos vigilantes, armados con sus cámaras. Sus dispositivos son capaces de verlo todo, grabarlo todo, juzgarlo todo, en el nuevo circo público de las redes, en el colector virtual hediondo e insalubre del “moderno” espacio público.
El vórtice se generó hace tiempo, tardó en llegar pero cuando lo hizo una descomposición rápida, un colapso en expansión se desencadenó con la fuerza de la mentira y continúa su propagación, siguiendo tal vez, la corriente general del universo.