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29 de octubre de 2020

Mitológico

En aquella región de encuentro en la que concurren sustancias de diferente naturaleza y estado, en el extenso territorio fronterizo y cambiante, que es el mar, habita un ser mitológico mitad animal, mitad máquina.  Un ser alado capaz de vivir en un universo limítrofe, entre lo líquido y lo etéreo.

Su esbelto cuerpo fusiforme descansa medio sumergido descifrando las leyes de la hidrodinámica, cabalgando las olas, cortando las aguas como un ariete.

Y aunque de acuático cuerpo su alma es alada, alas prismáticas y cóncavas capaces de laminar el viento, descomponiéndolo en sutiles fuerzas que lo impulsan en todos los rumbos a barlovento, a sotavento.

Viento y agua, agua y viento…

Alza su elevada alma desde las aguas al cielo buscando la ráfaga, la ventolina, el ventarrón o el céfiro. Elegante, majestuoso navega el mar, acariciando el cielo.

Un ser espléndido que nada y vuela, que brinca y corre, que escora y cruje, que ara estelas de espuma y torsiona el viento.

Rasgos de cierta fiereza presiden su personalidad calma e inquieta. Transita en su silencioso singlar deslizándose con sencillez y prestancia sobre el azul acariciando la brisa, cediendo en la calma, fluyendo con el viento fresco y luchando en el temporal.

Dócil y fiero, caprichoso y obstinado al buscar su rumbo predilecto, un ser voluntarioso de distinguido través y aguda proa, adaptado a los azares de un universo fluido de inmisericorde braveza.

Su porte armónico, sustentado en la mesura de la ponderación de colosales fuerzas, se yergue aguerrido y galante sobre las aguas desafiando, con aplomo, los vaivenes que lo acechan.

Tumba y requiebra las olas mientras ciñe y esgrime los vientos, de compostura inigualable con sus alas desplegadas, es un ser alado y acuático que al navegante conmueve al verlo.

4 comentarios:

bassho dijo...

Bella y envidiable descripción de ese ser mitológico que se eleva majestuoso sobre cualquier situación, que vive en los espacios limítrofes, de alma alada, porte armónico, sustendado en la mesura a pesar de su fuerza y fiereza, desafiando cualquier vaivén, calmo...
Me viene con las palabras de tu texto que quizá dentro de todos nosotros habita ese ser, ¡ojalá!, que quizá nuestra esencia sea esa, y que en algunos asoma un poco más por los resquicios de nuestras pobres envolturas en relación con lo que esconden.
Sea por ellos que nos brindan la enseñanza y el camino.

Sirenoide dijo...

“El viento vuelve fresco, la proa rumorea día y noche, todo el cielo es mío como lo son también todo el mar y toda la tierra.
Soy tan feliz, que quisiera decírselo a mis amigos que se han quedado en tierra”
(Bernard Moitessier)

Tanto hay que agradecer a esos seres mitológicos que nos permiten experimentar la libertad, la paz y la aventura pero también el miedo y el reto que implica transitar dos universos esenciales.

Decía el propio Moitessier, que los que no comprenden que un velero es un ser vivo, jamás entenderán nada de la mar y de los barcos. Pero qué preciosa y certera esta idea del velero como ser mitológico. En ellos se viven dualidades absolutas: posibilitan lo imposible, nos mecen, nos hacen cabalgar, bailar, luchar y fluir con los elementos. ¡Son tantos y tan intensos los sentimientos que ofrece la navegación!

Se necesita estar presente imperiosamente porque no se puede navegar sin los cinco sentidos. Esta sensación de alerta serena, de calma atenta, libera la mente de ruidos y ofuscaciones.
Viajando así comprendes que las referencias durante la travesía, están completamente desvinculadas de convencionalismos. El tiempo tiene otra medida, no hay prisa, el sol nos guía. El espacio es infinito, el mar lo llena y lo ocupa todo. Y al mismo tiempo hay que aprender a moverse en un lugar angosto.
Cada singladura es nueva, diferente, insólita, con nuevos retos que superar, que nos hacen medirnos, calibrar, anticipar, reaccionar o sufrir. El velero es ese animal alado, compañero y coprotagonista de aventuras con su propia identidad, sus preferencias y su personalidad. Nos hacemos cómplices, nos escuchamos, nos intentamos comprender.

Navegar es aprender a destilar la fuerza del viento y el mar, es pura verdad y pura vida.

bassho dijo...

¡Precioso tu texto, Sirenoide! Abrí este lugar para escribir algo, pero tus palabras merecen el respeto del tiempo y el espacio que ocupan con amplitud, aquí y ahora.

palabrerías dijo...

"Mi barco, como algunas mujeres excepcionales, era uno de esos seres cuya simple existencia es un deleite objetivo. Uno siente satisfacción por vivir en un mundo que alberga semejante criatura"

J. Conrad - la línea de sombra