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18 de enero de 2019

Igualdad


Si un inmigrante roba, al que se debe juzgar es a él, no a todo el colectivo de inmigrantes. Cuando un musulmán comete un atentado, al que se debería de condenar es a ese musulmán, no a todos los creyentes en el Islam. Si una mujer es víctima o verdugo a la que debemos de proteger o condenar es a esa mujer, no victimizar o condenar a todas las mujeres. Si un hombre mata, es a él al que debemos juzgar no a todo el colectivo masculino.
De la tradición judeo cristiana, que arroja una condena eterna sobre todos nosotros “pecadores” por el “pecado original” cometido por una pareja de ficción, se hace eco hoy una izquierda ideologizada pero sin ideas que, desde un feminismo montaraz hace responsable a la esencia del varón, cual pecado original, de los atroces actos que comenten algunos, juzgando así anticipadamente a todo el colectivo masculino en lugar de juzgar y en su caso condenar, a cada uno de los culpables.
La culpa divide el mundo entre víctimas y verdugos. Fácil es empatizar con la víctima, y complejo salir de esta condición si ésta es alimentada. Empatizar con el verdugo sin embargo es más difícil, pero para que una sociedad sea igualitaria, no olvidemos que la igualdad pasa por gozar de los mismos derechos, necesita indefectiblemente mantener la presunción de inocencia por igual, es decir, la necesidad de que se demuestre la culpabilidad, lo contrario es hacernos a todos sospechosos de culpabilidad hasta que la posible inocencia sea demostrada.
La culpa, que aleja de nosotros la responsabilidad es el yugo de los simples y el arma de los malintencionados.
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2 comentarios:

bassho dijo...

Muy lúcido tu texto.
La violencia es un mal a erradicar.
El amor un bien a cultivar.
Confío a pesar de cualquier todo.

Sirenoide dijo...

Enhorabuena Palabrerías, creo que no se puede expresar mejor y, aunque parece obvia esta apelación al sentido común, evidentemente la corriente que nos está arrastrando a toda la sociedad es bien otra. Una corriente malévola que se alimenta del conflicto, y cuyo lenguaje se fortalece con palabras como lucha, víctima o guerra.


¿Acaso tengo que explicar que por no apoyar leyes que aplastan el derecho básico de presunción de inocencia, es que estoy en contra de la igualdad? ¿Soy menos mujer? ¿Por qué razón, si promovemos la igualdad, a una mujer hay que creerla SIEMPRE y a un hombre no? ¿No será más bien una cuestión de carácter, autocontrol, en fin, de naturaleza humana bondadosa o malvada la que determina los actos salvajes de violencia?


Son muchas preguntas y, como suele ser habitual en estos tiempos revueltos, se pretende contestar todo con un slogan, un enunciado o una simpleza que zanje de golpe toda argumentación que desenmascare, una vez más, la burbuja ideológica que sostiene premisas falsas, apoyada en datos enmascarados y con evidentes intereses espurios: supremacía pura.

Insisto en la evidencia de proteger y apoyar a las personas que sufren el terrible maltrato, más doloroso por la confianza que uno pone en quien tiene al lado, pero esa protección debe darse a TODAS las víctimas por igual. Y por supuesto castigar a quienes cometen el más deleznable de los delitos: la manipulación, el maltrato y la violencia en el entorno más íntimo. No puedo ni pensar lo que debe ser entrar en tu casa como si pisaras un campo de minas, me parte el corazón.


Temo por la deriva que están tomando los acontecimientos, por las posiciones cada vez más enconadas y radicalizadas. Temo por mi hija y los cafres que puedan cruzarse en su vida creyendo poder doblegar, someter y dañar su mente o su cuerpo. Temo también por mi hijo, y que pueda verse expuesto a brujas manipuladoras y chantajistas emocionales que pueden destrozar su vida con actitudes victimista o acusaciones subjetivas.


Sólo me queda confiar en que la educación y nuevos modelos de relación en los que la verdadera igualdad sea el centro. Relaciones auténticas y libres exentas de dominadores, sumisos, víctimas y verdugos. Porque cualquiera de nosotros, independientemente de nuestro género, podemos entrar en esos roles sin apenas darnos cuenta y eso es lo más aterrador.


Me quedo con la frase MARAVILLOSA de Bassho…"confío a pesar de cualquier todo".
Cultivemos el amor, queridos.
Os dejo abrazos de corazón