El eje cóncavo del
meridiano gira en rítmica rotación encendiendo el día, apagando la noche. En el
valle alto de montaña, el tiempo se mide por la oscuridad que cede por el este
con lentitud inexorable.
Día y noche cohabitan en
el territorio del hielo y la nieve, la luna recortada en lo oscuro a poniente,
luces multicolor en avance por levante.
La travesía en el entorno
helado avanza con un frío que cede un instante ante el misterioso silencio del
alba, para resurgir con fuerza un instante después, es el enigma de las
montañas que refuerzan su hechizo en los tránsitos del día.
El camino se adentra en
un bosque espeso, al que la tímida alba aún no llega, el día es blanco, la
nieve lo cubre todo; montaña, árboles, arbustos y sendero.
La vereda se estrecha
sinuosa mientras asciende, liberando la vista de un bosque rendido por la
altura. La nieve helada hace el caminar cauto y atento mientras la derrota
continúa por una franca ladera abierta al sur.
El camino remonta con el
resplandor del amanecer, hasta desembocar en un altiplano de origen glaciar que
se abre súbitamente hacia el norte en un recodo del camino, un suave collado
por el que fluye un viento cortante e intenso que desciende de las cumbres
proceloso, inclemente.
Es el momento de
refugiarse bajo el gorro térmico y los guantes gruesos y de tener a mano el
piolet. Atravesando el frío, el camino asciende por una pendiente pronunciada
hasta alcanzar el circo del glaciar, hoy laguna, donde el camino se funde hasta
perderse en lo blanco.
La travesía inicia aquí
una nueva andadura, sorteando la laguna por el oeste entre canchales de grandes
rocas sepultadas por la nieve, que son una trampa para el avance, avance lento,
de zancadas altas para desenterrar las botas de una nieve que cede hasta las
rodillas.
Sorteada la laguna, al
norte, se abren amplios corredores de nieve en la base, que se van estrechando
y empinando para alcanzar la cresta montañosa unos cientos de metros más
arriba.
El progreso el lento
ahora, penoso en ocasiones, nieve, hielo y roca se entrecruzan, los crampones y
el piolet se incrustan en el hielo, ceden con la nieve polvo y chirrían en los
pasos de roca. La pendiente empieza a ser muy empinada, el paisaje espléndido,
majestuoso. Un silencio frío intimida en las paradas.
No hay camino, como en el
poema, ni camino ni senda ni huellas, se activa la mente buscando el paso más
seguro y certero, trepando por escarpaduras que luego es preciso desandar,
paralelismo de la vida.
La ascensión se hace más
exigente a medida que progresa, la cornisa de salida es un techo de hielo
impracticable con una amplia zona de desprendimientos, fragmentos de hielo se
acumulan bajo una cresta amenazante, que muestra una helada visera aérea. La
salida aún no es segura, existe la posibilidad de tener que descender sin
culminar la cumbre por esta ruta, es el precio de la aventura, es, una vez más,
la incertidumbre que necesita ser negociada.
A la derecha, unos
ochenta metros más arriba, se vislumbra un posible paso sin visera de hielo,
entre dos amplios perfiles de rocas. Se trata de una zona muy aérea y expuesta,
cuya verticalidad ha impedido la formación del techo volado de hielo sobre la
cornisa, o tal vez se haya desprendido, la salida es por esa zona o el
retroceso.
El plano inclinado se
acentúa hasta alcanzar la posible salida, unos cien metros de tobogán de nieve
y hielo están bajo los crampones que muerden ahora un hielo blando pero
consistente, sólido.
Cruzan la mente temores, miedos,
vértigos, incertidumbre y prisa por salir de allí, un remolino de aprensiones
intenta hacerse fuerte en el momento más crítico de la ascensión, una alarma
que quiere prosperar ante los indicios de amenaza.
La respiración
centra la mente, un parón en el presente recupera la concentración en cada
paso, ligero pero sin prisa, asegurando cada delicado momento, cada pequeño
avance, todo es presente, todo es uno; la montaña, la escalada, la técnica para
progresar, el movimiento, el frío, la nieve, la roca y el hielo, hasta superar
la cornisa y descansar en lo alto como un ser surgido de un abismo.