Voy buscando primaveras, amaneceres, frente al frío estrépito de cortante indiferencia que siega por igual a su alrededor, hierbas malas y flores buenas.
Cantiga del placer, que prodiga atardeceres negros, bañados de espuma infiel y suero turbio, sobre el doliente lecho.
Clamorosos sones resplandecen hoy como ayer, como siempre, sobre torres cálidas cayendo, derramando vida en los tejados de nuestros hogares quietos, asentados sobre decenas de muertos, arrastrados por siempre a las costas infinitas de tardía incertidumbre. Sempiterna certeza del otro, de aquel, cuya agonía mis ojos ya no reflejan, porque el hastío de visión permanente y eterna, ha nublado vista y alma frente a las costas de nuestra mísera y espiritual pobreza.
Cante el sabio y aquel que cantar sepa, que el aliento alimentar no puede el natural desvelo de la miseria, de la inmundicia de esa humanidad rastrera, que medra sin cesar a toda costa, pues no hay costa o propiedad que no posea, para ella sola y para su cavilante afán de sucumbir razón y paz en aras de la estúpida riqueza.
3 comentarios:
Encuentro un lugar en el ahora, donde todo existe, pasa, trasciende, un hilo de tiempo que nos transporta y en cuyo seno encontramos el espacio todo, el sentir y el distanciamiento, el ser y la ingravidez.
Arcanos de antiguas filosofías, despertar de despertares.
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