Entro en el tubo, el sonido atronador del metro
reverbera en el silencio sordo de los viajeros; ensimismados, ausentes, parecen
haber abandonado su personalidad en la entrada.
Me siento. Algo constriñe este pequeño universo
plagado de seres autómatas. El vagón está lleno pero no repleto, es primera
hora de la mañana, una procesión de individuos lejanos se deja llevar hacia sus
trabajos como portando una pesada carga a sus espaldas.
Se abren las puertas en la estación. Junto a un par
de viajeros entra un sujeto de tez oscura, grueso y sucio, arrastra un carro de
la compra al que ha adaptado un pequeño amplificador de sonido y una caja de
ritmos. Su aspecto es francamente desagradable, en la mente del vagón se dibuja
un pensamiento de hastío, de desaprobación.
Sin reparar en el entorno el individuo se toma su
tiempo preparándose para la interpretación, conecta el sonido y una melodía
indefinida arranca sus primeros compases, el músico ocasional saca un violín
que parece haber pasado al menos una guerra.
Rasga el violín y el abyecto indigente que entró en
el vagón se transforma en un ser delicado, que extrae de su desvencijado
instrumento una melodía tan excepcional como desconocida. Todo el espacio se
colma de unos acordes plenos de fuerza y profundidad. El ambiente del vagón
sufre una metamorfosis, una energía renovada recorre cada rincón, cada
individuo. La música nos toca con manos intangibles en lo más hondo del alma a
cada uno de los viajeros.
La melodía misteriosamente aún hoy parece resonar,
habitar dentro. El concierto se mantiene por espacio de dos estaciones, un
concierto plagado de encuentros sonoros que renuevan el ánimo, disparan una
corriente de vital energía. Finaliza y el músico ocasional recorre el vagón en
busca de el pago por su arte. Son contados los que entregan si quiera una
moneda. Miro el euro que tengo en la mano y con cierto sonrojo le entrego una
recompensa ínfima frente al beneficio aportado.
Pagamos con caridad el talento, una insignificante
propina a cambio de transcender el oscuro muro mental que inunda el metro esta
mañana.
Hoy la música nos ha salvado de nosotros mismos, de nuestra propia mediocridad,
de la persistente negrura.
12 comentarios:
Es este un relato imperfecto, que probablemente necesitara otro final, incluso un desarrollo algo más profuso, pero así se escribió y así lo deje, buscando el texto que sale de tirón, sin sofisticar.
Me recordó este post al comentario de bassho de la entrada anterior, pues existe una conexión evidente.
Pues a mí me gusta tal cual está tu post así. La de experiencias, ciertamente, que puede ofrecer el suburbano de una ciudad, de cualquier ciudad de este mundo, de este planeta, que se esconde del Universo entero bajo túneles para llegar antes a ninguna parte.
El metro es una metáfora, una imagen de nuestro mundo actual: ¡Cómo brilla la oscuridad y la luz dentro de él! ¡Qué de encuentros y desencuentros se producen diariamente en su interior!
Por el andén
vamos de la mano
de aquello que ignoramos.
En tu sonrisa
se enconde el cielo
que más arriba nos cubre.
Coincido plenamente con Bassho en que el post sin pulir nos permite a los lectores recrearnos en un relato más auténtico y vivaz. A mí me ha hechizado la frescura de cada descripción, me invitaba a querer saber más.
Por otro lado, las sensaciones que nos proporciona la música son absolutamente fascinantes, no ya como forma de expresión de los autores o compositores (que también), sino, sobre todo por lo poderosa que resulta influyendo en los estados de ánimo, como bien describes en el post. Es increíble como puede hacer de un momento rutinario y banal, un instante extraordinario.
Y como variadas son las emociones, los múltiples estilos musicales nos llevan a ellas por caminos inusitados. Desde Mozart a Rafaella Carrá (sé que esta afirmación traerá controversias), no hablo de calidad musical, sino del enorme influjo que la armonía o el ritmo tiene en nosotros. Da igual que una nos lleve a la introspección o al deleite sosegado y otra a dar saltos frenéticamente. Su poder evidente está en la capacidad de mover nuestro espíritu (y a veces nuestro cuerpo) hacia algún lado. O como escribió Palabrerías en alguna ocasión refiriéndose al sentido del humor, “para salvarnos de nosotros mismos”.
Para mí, ambos (música y humor) están conectados en ese punto de “agitación de espíritu”, de creatividad, de expresión de VIDA. Sí, seguro que podríamos vivir sin ellos pero…¿qué vida sería? Son dos elementos de los que ya no puedes prescindir una vez que los conoces.
Y además, como dijo el sabio Don Quijote: “Donde hay música, no puede haber cosa mala”
Ya decía Nietzsche, que "La vida sin música sería un error". Excelente texto. La música con que muchas veces nos obsequian en el metro es cómo la vida, acelerada y sin descanso y cuando ya crees que ha terminado, vendrá el silencio te vas con la música a otra parte, unos días triste, otros alegre...sin preocuparnos y entender que hay gente que vive la vida con talento y arte, sea en el metro o en cualquier esquina de la ciudad...y una pequeña propina les da la libertad para seguir viviendo con arte. No existe otra forma de vivir en el mundo que no sea con arte. El arte nos da libertad.
Dice Juan Ramón Jiménez en el saludo de su libro luminoso y expléndido "Diario de un poeta recién casado";
SALUDO AL ALBA
¡Cuida bien de este día! Este día es la vida, la esencia misma de la vida. En su leve transcurrir se encierran todas las realidades y todas las variedades de tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura.
El día de ayer no es sino un sueño y el de mañana es solo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, de este día!
"Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama"
Octavio Paz, fragmento del poema "Más allá del amor"
Cervantes, Nietzsche, Juan Ramón Jiménez, Octavio Paz, Sirenoide, Bassho, Anónimo..., aquí os dejo otra cita, esta de Miguel de Unanmuno.
"en los consejos como en lo demás la vida es la música, no la letra"
Arte es belleza
y silencio para contemplarla, sentirla...
Eso creaban Paz, Nietzsche, Jiménez, Unamuno...
Escribían palabras
para albergar lo perfecto, para
reflejar la realidad invisible.
En relación con los consejos coincido con Unamuno: prefiero ser escuchado.
Me he encontrado con estas palabras de Albert Camus que he querido compartir con vosotros. A mí me han llegado muy hondo:
"En medio del más negro nihilismo, sólo busqué razones que permitieran superarlo. Y no hice esto ni por virtud ni por una rara elevación del alma, sino por una fidelidad instintiva a una luz en la cual nací y en la cual, desde hace millares de años, los hombres aprendieron a celebrar la vida hasta en el sufrimiento".
Con este amor a la vida mucho más allá de los buenos y los malos momentos os dejo.
Un abrazo
Me gusta mucho el texto Sirenoide, pero quiero puntualizar algunas cosas.
En la mitad del texto hay dos palabras o expresiones, que quizá por experiencia personal del escritor, muestra un cierto desprecio hacia ellas: "virtud" y "elevación del alma". Las palabras son puras en sí, y esas dos especialmente. Su significado es amplio y maravilloso.
En relación con la última parte, tan luminosa, donde surge una fidelidad imperecedera, la superación del sufrimiento por medio de la celebración de la vida... ´Los seres humanos tenemos ese tesoro de la creencia: en la luz, en los otros, en la vida, en uno mismo, en el origen... Cuando nos falta, cualquier ventana es buena para salir corriendo.
Un abrazo.
Curiosamnete no encuentro yo niingún sentido despreciativo en la frase de Camus, más bien un pulso que aligera estos dos términos de tanto contenido y sobre todo tan interpretados.
Me gusta el texto porque define con sencillez un camino de salida frente al "nihilismo" reinante, un camino esencialmente humano liberado de cargas religiosas o transcendentales, es también una buena clave para estos tiempos.
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