Sombras como
una letanía inflaman el aire, cantos desesperados resuenan entre edificios de
acero y témpano, lamentos sordos y huecos hacen de la vida monotonía.
Gente, buena
gente que llena calles, mercados, plazas, colma hogares y casas. Gente, que
asomada a la desgracia, a la sin razón, a la injusticia aprieta los dientes y
domestica el alma, alma y espíritu domesticados para no ladrar, para no morder
ni tan siquiera a quién le ataca.
Es gente que
mira a otro lado esperando que pase de largo el amargo trago, buena gente que
no se subleva, que no pide ni grita ni nada, sólo espera que pase o que no pase
nada.
Es la gente
que alimenta, con su silencio y su mirada injusticia, devastación, escándalo,
locura y perversión suprema, es la gente que aguanta todo sin queja. No llora
cuando otro llora, se incomoda si otro se queja, mira a otra parte si alguien
zozobra, si se le necesita su compromiso se aleja.
La buena
gente que puebla pueblos, ciudades, países y tierras sin levantar la cabeza
ante el poder establecido, ante el que cede siempre sin resistencia. Es la
gente buena que sólo exige al que tiene por debajo para que no levante la
cabeza.