Un
rastro de perfume invade el aire, habitándolo desde su interior, un legado
dulce y suave que se expande y amplifica. “Perfumes que cambian la vida”, podría
ser un slogan para una campaña de publicidad, pero como puede un perfume
cambiar algo, y más la vida, ¿tiene acaso el aroma algún vínculo con el cambio?,
¿se trata de un cambio permanente o único?, ¿puede ser el cambio único, no
permanente?, ya que, si es único no sería cambio, al menos no permanente. Lo
que es evidente es que el aroma permanece, introduciendo un cambio en el aire
en el que se mueve, ¿se mueve el aroma?, claro, con el aire, se mueve, y
permanece y cambia el aire, al menos su cualidad intrínseca, es decir que el
aroma algún cambio ejerce, sí pero ¿cambiar la vida?.
El
aroma persistía en el ambiente, generando un rastro a través del cuál se podía
seguir a la portadora, digo portadora no porque me arrobe (@) el lenguaje no
sexista, sino porque al ser un perfume netamente femenino se infería que su ser
portante, era del género en el que la discriminación se hacía positiva, pero ¿puede ser positiva la
discriminación?. El perfume persistía e insistía en atrapar toda pituitaria a
su alcance, y era mucho su alcance, al menos en horizontal. Pensé: ¿y en
vertical?, se extenderá también verticalmente ¿hasta dónde?, ¿hasta la
estratosfera en algo así como una expansión infinita?, ¿puede ser infinita la
expansión de algo?, sí del universo, o al menos eso dicen los tecnócratas de la
ciencia, “el universo se expande desde el big bang de forma infinita…. y bla
bla bla….”, pues el perfume igual, lo mismo deja su esencia indeleble en todo
cuanto “toca”.
Lo
cierto es que el aroma deja una huella impresa en el cerebro, que se almacena
en forma de recuerdo, igual que podemos recordar un acontecimiento, un nombre o
una cara, podemos recordar un perfume, a veces, asociado a sentimientos. Los
aromas, como los sonidos crean un núcleo de recuerdos compilados, que se
activan sólo con inhalar de nuevo el perfume o escuchar la melodía que los
generó.
No
logré saber cuanto tiempo llevaba oliendo aquel hechizo en forma de perfume
pero parecía mucho; acaso el tiempo se detiene con el olfato, o tal vez se hace
infinito, ¿otra vez infinito?, ¿otra vez el rollo del universo…bla bla bla…?,
el caso es que el tiempo parecía alterado por la sutil percepción embriagadora
del perfume, ¡pareciendo alterar el tiempo y el espacio!, ¡Cielos!, el
espacio-tiempo alterado por un simple perfume, bueno simple sí, pero caro, pues
se trataba de un perfume muy caro, es normal, para estar dotado de esa mágica
propiedad debía de ser un perfume muy especial, y sabemos que todo lo especial
en esta sociedad es caro, cuanto más especial más oneroso.
Aquel
tiempo detenido…., ese espacio en expansión… Capaz que ese perfume podía
cambiarnos la vida, pero ¿quién era la portadora de aquella maravilla hecha
fragancia?, imposible saberlo, por el paso de cebra desfilaban decenas de
viandantes ensimismados todos con aquel perfume, unos iban, otros venía, todos
cruzaban a cierta velocidad, para inmediatamente ralentizar el paso, justo cuando
la esencia suspendida en el aire fragmentada en millones de insignificantes
partículas, alcanzaba como estímulo sensorial el cerebro, produciéndose el
mágico efecto descrito tiempo-espacial.
Podría
parecer, por la intensidad del efluvio, que la portadora había derrochado una
cuantía inmensa de aquella loción, o que se había bañado en ella, o simplemente
que la rotura del frasco había precipitado sobre su cabeza el preciado
contenido, un contenido que después de impregnar a su propietaria amenazaba ahora
con invadir la ciudad entera…, pero no era así en realidad; una sola gota de
aquella esencia bastaba para embeber toneladas de aire, por eso era una
esencia, una sustancia concentrada en su saturación, una gota de esencia.
El
perfume tiene la cualidad también de generar en torno a sí una burbuja de
sensaciones, un micro mar donde los sentidos se sumergen y quedan atrapados,
aislados de cualquier otra realidad, realidad en sentido figurado, pues ¿es
realidad un aroma?, o es la sensación que llega hasta el cerebro una percepción
interpretada, ¿interpretada por quién?..., lo cierto es que nos sitia,
apartando, alejando cualquier otra percepción, es como si el sentido del
olfato, sólo a veces, cuando un aroma penetra con intensidad y gallardía hasta
lo profundo, decía, es como si el sentido del olfato jerarquizara toda
sensación seleccionando una entre miles y subordinando todas las demás.
El
sitio del aroma, el asedio del perfume…. Decaía su intensidad invitando a
seguir su huella horadada en el aire, un rastro color sol se confundía ya con
los sonidos y las luces de una ciudad, que por ahora, no había sido totalmente
conquistada.
6 comentarios:
"El perfume anuncia la llegada de una mujer y alegra su marcha."
Coco Chanel
¿Sabías que el "recuerdo olfativo" es el último que permanece? Hasta las personas con demencia recuerdan olores que les transportan a la infancia o a un amor lejano. Hay aromas que permanecen en nosotros y se nos prenden al alma sin remedio, nos inundan y nos embriagan.
Os dejo esta escena que me encanta de la peli "Esencia de mujer" en la que el agudo olfato de Frank (Al Pacino) detecta el suave aroma a jabón de una bella mujer...el tango que bailan es otra belleza.
http://www.youtube.com/watch?v=7SR9O_wm_ig
Quiero comenzar el comentario aclarando que no me gusta el "perfume". Siempre me ha resultado una llamada de atención excesiva, como si necesitara la persona que lo lleva de ese añadido. Cosas distintas son la fragancia, el aroma, el rastro tenue de alguna presencia a través del olor que deja: Cuando cae la lluvia sobre la tierra, las páginas de un libro querido, el rastro lejano y vegetal que nos traer una brisa, la tibia esencia de una mujer o de un hombre, y hasta el efluvio de algo que se nos escapa.
Es interesante como a través de una palabra que nombra algo tan concreto te refieres sin embargo a detalles tan abstractos: el tiempo, el espacio, la expansión infinita... Y me gusta la forma que tienes de hablar de ellos, con palabras que construyen un texto lleno de belleza, compacto y en el que hay que penetrar como el que lo hace en un bosque poblado de vegetación.
Sócrates
Al inmenso recinto sagrado donde estaba situado el oráculo de Delfos llegó Querefonte. Junto al monte Parnaso se encontraba aquel lugar dedicado al dios Apolo y a las musas, muy cerca del golfo de Corinto.
La pregunta que se realizó era muy sencilla pero quizá podríamos pensar que de imposible respuesta, sin embargo la hubo: ¿Quién era el más sabio de entre los griegos? Y el oráculo respondió certero “Sócrates”.
Cuando el maestro escuchó esta historia quedó muy sorprendido pues no le parecía ser sabio de ninguna forma.
Sócrates entonces dudó del oráculo y buscó alguien más sabio que él entre los personajes contemporáneos. Indagó entre todos ellos los conocimientos que estos tenían.
Mientras caminaba por Atenas o por otras ciudades próximas descubríó que amigos, conocidos, vecinos y desconocidos sabían muchas cosas pero ignoraban muchas otras. Y aún más relevante: pensaban saberlas todas.
Sócrates entendió entonces a qué se refería el oráculo, el cual nunca erraba en sus dictámenes: Él era el hombre más sabio porque era consciente de su ignorancia y no creía saber aquello que desconocía.
Partiendo de esta luminosa verdad comenzó a enseñar mientras preguntaba una y otra vez por cada una de las causas, razones, conexiones, efectos… que en el mundo existían. Creó el método llamado mayéutica y toda una línea de pensadores siguieron su camino: Platón y Aristóteles entre otros.
A los setenta años bebió la cicuta que le arrastraría a la muerte para cumplir la sentencia del tribunal que le había juzgado.
La mirada
La mirada crea el universo, el paisaje, cada cosa que vemos.
La mirada viste de belleza, rodea de misterio, inunda de ilusión, posa en los seres la chispa de luz que los hace únicos e irrepetibles.
Descubre que lo que existe se extrae, misteriosamente, de la pura inexistencia.
Raya el día para ampliarlo y poblarlo de sorpresa.
Agradezco por todo ello cuando, sin motivo aparente, abro los ojos y veo un mundo nuevo, limpio, distinto al anterior.
Mirar la riqueza sin asombro ni envidia.
Mirar la pobreza tal cual es, y acercar la imagen hasta sentir respeto y compasión.
Mirar el sufrimiento –deja que corran y huyan los niños- mirarlo cara a cara, sin falsos desapegos que solo esconden tu miedo, mirarlo de frente para descubrir que dentro de él hay algo, hay alguien: estás tú, eres tú.
Mirar la vejez, la locura, no desviar la vista, mantenerla.
Mirar como quien cepilla unos zapatos o acaba de pisar un charco.
Mirar de madrugada la Luna y Júpiter tan cerca de ella, y reconocer allá arriba algo que está irremediablemente unido a ti.
Mirar la muerte
para poder después ser capaz
de mirar la vida.
Las horas pasan, tempus fugit, mirar la vida es mirar la muerte, ver la muerte es dar sentido a la vida; el color de los objetos, la luz bañando el mundo o dejándolo en la oscuridad, veo, respiro, hablo, nada se acerca a la perfección, el universo se reinventa a cada instante, la vida no es, sino que surge en cada instante como un soplo vital.
Cada momento único, cada instante irremplazable, somos nuestra mirada en los otros, el incomparable rastro vital de la certeza, de la ausencia, de la incomprensión, de la duda, de todo lo incongruente que pasa en nosotros, de la forzada incoherencia de la existencia.
Luz en el sendero y al final de él.
Mirada perdida, tranquila, mirada amable, mirada pura
Triste mirada, mirada ilusionada
¿Cuántas miradas caben en los mismos ojos? ¿Cuántas emociones nos transmiten quienes nos rodean y a quienes no sabemos MIRAR?
Quizá nos ilumina el reflejo de nosotros mismos en otros ojos.
Nos deslumbra la capacidad de otro para interpretar nuestra mirada y también lo claro que vemos tras los ojos de quien nos mira.
Cuando profundizamos, cuando nos atrevemos a mirar más allá de lo que vemos, nos sorprende cuanto tenemos en común: los mismos miedos, las mismas sensaciones y similares carencias.
Mirar de frente la belleza de un instante irrepetible y poder disfrutarla del mismo modo que observar y dejar fluir el dolor como elemento esencial de enseñanza en la vida, es clave para crecer y mejorar como personas. No, no estamos solos, y nos hacemos mejores reconociéndonos (mirando hacia adentro), aceptando lo que somos y dando lo que tenemos. Todo esto no sería posible sin la mirada del otro.
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