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22 de enero de 2010

Sofisticado

Abrumado por el desarrollo de los acontecimientos, el ser humano contempla inerte el bagaje emprendido por la humanidad hacia su propia destrucción. Un camino plagado de avisos y contenciones de un planeta benévolo y paciente, que ha sido transformado compulsivamente por una acción humana, que algunos aún insisten en negar.

Esta metamorfosis planetaria comenzó hace mucho tiempo, con la aparición del hombre sobre la Tierra. Una mutación paulatina, constante y sistemática, que emprendió el camino desde un estadio natural hacia una artificialidad que impregna casi todo lo que nos rodea.

Un paso decisivo lo dio Roma con el advenimiento de la ciudad en su sentido moderno, la “civitas”, que no dejaba de ser un intento amplio y decidido de establecer límites diáfanos a la naturaleza.

Esta “ciudad romana”, se constituyó en un espacio de exclusión de lo natural, creado al margen de las vicisitudes extremas a las que el hombre estaba sometido, cuando vivía de lleno en la naturaleza. Fuerzas incontrolables dominaban a un hombre que sentía el poder mágico de lo natural como un yugo insoslayable, inexplicable y al que decidió poner coto, construyendo un entorno a su medida, que no a la medida de los dioses.

Este entorno pronto demandó nuevas necesidades, que hasta entonces no se habían planteado, porque la naturaleza las proveía de modo sostenible aunque no modulable por la mano del hombre: nuevos objetos, soluciones, comodidades, vías de contacto, de comunicación, construcciones, infraestructuras y un sinfín de objetos y materiales hicieron su aparición.

Además, la manera de relacionarse de los hombres entre ellos y con el nuevo medio también cambió, por primera vez el contacto humano era tan estrecho y la colaboración buscaba fines en común tan ambiciosos y extensos. Así nació el derecho y las normas sociales, que nuevamente de manera artificial, generaron una estructura idiosincrática que permitía la reunión y convivencia de grandes grupos humanos, mucho más allá de la pequeña tribu unida por la simple supervivencia.

Todo este proceso fue dando lugar a una sofisticación cada vez más acusada, el inicial saber aplicado: la agrimensura, la geometría, las matemáticas, la ingeniería civil, dieron paso a una ciencia pujante y a una tecnología que se valía de esta ciencia para cobrar vida propia, sufriendo ambas en unos pocos siglos una vertiginosa sofisticación.

Toda esta sofisticación de procesos, objetos, pensamientos, estilos de vida, se ha ido incrementando con ritmo exponencial, sin fin, o mejor dicho con un fin sospechosamente autodestructivo, ya que se trata de una espiral infinita cuyo centrípeto movimiento acelerado constantemente con el paso de los tiempos, genera una acción transformadora que parece no querer cesar mientras siga existiendo una sola brizna natural que reemplazar, aprovechar, estrujar o diseccionar.

Todo refinamiento puede serlo hasta el paroxismo, toda opulencia tiene siempre un más allá, toda prosperidad material anhela su incremento, todo bienestar es siempre mejorable, cualquier posesión por magnífica y lujosa que sea es susceptible de ser sustituida por otra de mejor factura y exquisitez.

Refinamiento, lujo, suntuosidad, esplendor, artificialidad, sofisticación...

Sofisticación: acción o efecto de sofisticar.

Sofisticar: adulterar o falsificar con sofismas un razonamiento, quitar naturalidad a algo con exceso de artificio o pulimento o educación

Sofisticado: falto de naturalidad, afectadamente refinado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Un análisis de la realidad. Una descripción de la ceguera humana. Un retrato de un mañana incierto. Un motivo para la acción. Pero en esa trama narrativa en la que se incluye el planteamiento y el nudo, falta algo: el desenlace. ¿Porqué nos cuesta tanto describir ese desenlace? ¿Nos da miedo reconocer lo incómodo que resulta el desenlace? Me voy a atrever a resumirlo: el desenlace puede suponer la negación de muchas de aquellas aspiraciones anheladas en nuestro pasado, la renuncia de lo superfluo y la adaptación a lo estrictamente necesario entendiendo que eso no sería una derrota, sino el primer paso hacia nuestra victoria. A partir de ahí la pregunta es inquietante: ¿quién de nosotros está dispuesto a triunfar en esa batalla?

bassho dijo...

Gestos

Bajar la mirada.
Guardar silencio.
Dar pie a la expresión.
Aminorar el paso.
Perder el tiempo.
Enrojecer.
Retroceder un paso.
Confundirse y disculparse.
Tomar el camino erróneo.
Acariciar un sueño.
Mentir sin excusas.
Respirar.
Volver a empezar.
Dejar el espacio.
Permitir el equívoco.
Callar.
Olvidar la batalla.
Son formas de acción.
(Gracias por el estupendo análisis detallado sobre la ciudad y los ciudadanos)

Sirenoide dijo...

Me ha sorprendido mucho el significado de sofisticado, creo que se utiliza erróneamente de modo coloquial, ya que normalmente tiene una connotación positiva, relativa a algo elaborado pero elegante y glamouroso. Por el contrario, la simplicidad tiene cierta “mala fama” y no digamos una persona a la que llaman simple refiriéndose a alguien con un pensamiento poco cuidado. De hecho, buscando en el diccionario el significado de simple, en su sexta y séptima acepciones se lee:

6. Manso, apacible e incauto.
7. Mentecato, abobado.

¿por qué algo simple tiene que equipararse a la tontería y la sofisticación nos la han vendido siempre como un valor? Quizá porque la simplicidad está al alcance de todos y eso no conviene nada, lo que hay que hacer es crear la necesidad de ir más allá: mejor coche, mejor casa, mejor reloj, mejor cuerpo…así nuestra vida será perfecta (¿¿¿perfecta según quién???), así nos alejaremos cada vez más de nuestra esencia, de esa forma estaremos enajenados en la búsqueda de un imposible.
Ahora entiendo por qué nunca fui sofisticada, es más, me reafirmo en lo que soy…SIMPLE (o al menos es a lo que aspiro).
Fantástica esta entrada, me ha parecido interesantísima y muy didáctica. GRACIAS!!

Anónimo dijo...
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