¿Cuántas batallas hay que librar hasta
librar La Batalla? ¿Cuántos combates hay que tener para alcanzar el centro de la
realidad? ¿A cuántos hay que defraudar para ser honesto con uno mismo?
Es invierno, hielo, frío y niebla son
compañeros de camino, un camino siempre doble: el camino que se fue ya,
hundiéndose hacia el pasado y el camino que se extiende ante nuestros pies, el
único posible.
Andadura, paso arrostrado cargando con
el equipaje de la vida: sueños, carencias, emociones, vivencias, familias y
amigos. Teselas de mosaico en el corazón.
Ir, avanzar con movimiento constante,
caminar, tan solo caminar, el camino hace al viajero lo que es, modelando su
alma, esculpiendo su rostro, dejando el rastro de cada avatar impreso en su
memoria.
Caminar con paso decidido en el
comienzo de la marcha, paso raudo y orgulloso para comenzar, paso arrastrado en
la antesala de la incertidumbre, paso largo en las jornadas de petulante
ligereza, titubeante paso ante el temor de la inseguridad, paso quedo, calmo y
sin pretensiones para llegar.
En el camino no hay victoria ni record
ni conquista de la felicidad, sólo camino, no hay verdad ni destino ni deber,
sólo el acompasado paso del sencillo caminar, humildad del simple paso.
El camino lo es todo si es el camino,
andar por él implica privación, sacrificio y constancia sostenidas, pero
también fortaleza, convicción y un centro natural.