Al otro lado de la frontera de la
cordura está la zona de sombra de la razón, un lugar montaraz y agreste que
penetra hasta confines remotos del alma humana, donde los acontecimientos están
dibujados en tenues acuarelas que se despintan con la distancia, con el tiempo,
con la vida.
En esta zona de sombra se refugian los
miedos en forma de alucinaciones, la realidad toma el formato de comic, la
cotidianeidad se reviste de fantasía. Pocos, aunque cada vez más tienen acceso
a la zona de sombra de la razón. Un lugar en el que los mitos cobran vida
propia y una legión de seres indescriptibles habitan en reductos de irrealidad.
Más allá de la estructura formal
establecida está la zona de sombra social, un espacio invisible poblado por
desheredados, parados, parias, inadaptados. Se trata de una zona de exclusión,
de una exclusa, es el albañal en el que se sumergen los inservibles.
Es esta una zona de sombra donde cohabita
la miseria humana con la mayor de las miserias humanas; la avaricia. El margen
exterior está marcado por la falta de recursos económicos, por la desesperación
y el abandono, por la frustración ante la imposibilidad de encontrar salidas.
Más de media humanidad permanece instalada en ella.
En la otra orilla del empirismo puro
está la zona de sombra de la ciencia, un territorio tachado de oscurantismo y
maldecido por indemostrable. Se trata de una zona de sombra cuya existencia
está en duda por su imposibilidad de medición.
En este margen del río se encuentra la
mayoría del Universo, ya que lo medible representa tan sólo el 15% de lo que
nos rodea. La materia oscura, la energía oscura pueblan un espacio
prácticamente desconocido e inmedible, que negamos religiosamente.
La esfera de las religiones delimita
la zona de sombra de las creencias, mundos dentro de mundos, medio mágico plagado
de inefables tinieblas. Aquí la zona de sombra es un abismo de insondable
profundidad, inmensidad envuelta en la oscuridad completa, total, eterna.
En esa zona abisal reside la gran
mayoría de los otros, todos aquellos que no creen exactamente lo que yo, los
distintos, los infieles, los separados de la verdad. Es la representación del
infierno mismo en la tierra, la diferencia más profunda e insalvable.
En el contorno de la doctrina se sitúa
la zona de sombra de la ideología, un lugar plagado de enemigos. Es el amplio
ring del enfrentamiento, un damero nutrido de dogmas y credos.
Allí se encuentran todos los que no
son partidarios o lo son de otra cosa, organizaciones doctrinarias, burbujas
dogmáticas enfrentadas con otras burbujas de pensamiento que se retroalimentan
sin cesar. Fuera de la nuestra se sitúa todo el mundo alrededor.
Más allá de las mayorías
parlamentarias se sitúa la zona de sombra de la democracia, la comarca donde
coexisten todos aquellos sin voz pero con voto, los que no encuentran acomodo
alguno en las simplificaciones partidistas generadas por las oligarquías del
estado de derecho.
Este grupo lo constituye la inmensa
mayoría, ya que el poder de gobernanza se ostenta con tan solo un 20% de la
representación ciudadana.
Zonas de sombra pueblan nuestra
cultura, nuestra sociedad y nuestra memoria, son zonas ocultas al pensamiento, a
la mirada, a la reflexión y al análisis, zonas opacas capaces de absorber la
luz en su averno de negritud, zonas oscuras que la vista no puede penetrar, que
la inteligencia más fina no logra comprender, eso o que sencillamente retiramos
de ellas nuestra mirada.