Azul, su color es azul, un color huido
del marrón tierra que fue y de aquel gris que de neutro sólo tenía el color.
El azul es hoy el color de la
seguridad, una seguridad omnipresente, seguridad evidenciada, anunciada,
expresada, demandada, anhelada seguridad.
En poco tiempo, como salidos de algún
rincón en el que se hallaban ocultos, comenzaron a surgir y a tomar las calles
principales, los edificios públicos y las plazas también.
Subrepticiamente pero con la
determinación del que ejerce la autoridad con mano firme, se instalaron en el
paisaje cotidiano en estaciones, aeropuertos, centros oficiales, avenidas,
congreso, senado, sedes de algunos partidos, frente a sucursales bancarias,
campus universitarios, delegaciones oficiales y también de forma inopinada aquí
y allá, siguiendo un ritual sencillo y ancestral: el paseo.
Grupos de tres individuos de azul ceñido pasean con el aire desafiante del que está en posesión de la fuerza,
parapetados detrás de sus chalecos antibalas y rifles de asalto o
ametralladoras, estos modernos cerberos pasean con pasos largos y calmados,
dejándose ver entre la multitud con inusitada insistencia.
Estas nuevas misiones paseantes han sido encomendadas a agentes antidisturbios que han dejado la porra para
empuñar fusiles automáticos, que han abandonado su posición, un tanto atribulada, detrás de los escudos para pasear por las calles y recintos públicos sin pudor,
a cara descubierta sin máscaras ni cascos.
¿Qué seguridad dan estos alazanes alfa
artillados?, ¿Qué seguridad ofrecen estos rambos azules de anchas espaldas y
estrechas cabezas? La seguridad es siempre una excelente excusa para propagar
el miedo, para atenazar el pensamiento, para inhibir la acción.
Seguridad es un eufemismo de
inseguridad. Seguridad representada por peones de azul que transitan con
andares de nuevo sheriff, inseguridad de mezquinos políticos que atormentados
por su incapacidad, necesitan mantener un control imposible sobre una población
transmutada en jauría de sospechosos a los que hay que vigilar.
Patrullas de azules pasean entre
nosotros sin mezclarse, sin identificarse, cada vez se les ve más, son muchos,
casi una plaga, aun así no son suficientes, necesitamos más porque la seguridad
es una amante insatisfecha que siempre pide más, más madera para quemar, más
maderos para mantener un estado policial que vigile de cerca al presunto
ciudadano.