SE BUSCA: Referencias
en las que apoyar la desorientada trayectoria de toda una vida. Una mirada selectiva capaz de
actuar de criba sobre el entorno de realidad, para elegir sólo aquello que nos
sea afín.
Frente a la inabarcable magnitud de la diversidad, el hombre
busca su identidad en la similitud, en sus iguales, entre aquellos que ostentan
un parecido ideario, se propicia así la pertenencia al grupo, un grupo que para
mantener la cohesión sacraliza ideas, dogmatiza tendencias, fundamentaliza
posturas. Es el retorno a la tribu, una nueva tribu que transciende los
ancestrales lazos de sangre fortaleciendo los ideológicos, creando enlaces
identitarios, incentivando la afinidad de criterios construidos con frecuencia,
en torno a alguna quimera.
La búsqueda de la afinidad desemboca, a menudo, en forzada
coincidencia que tiende a adormecer e incluso a anular el discernimiento, y sin
éste el individuo se transforma en hombre-masa, en individuo-colectivo, en
ser-grupo, poco importa que el grupo sea grande o pequeño, porque en sociedades
donde la relación se establece “inter pares”, las minorías tienen un amplio
espacio de culto y ejercen tanta influencia o más que las mayorías.
Esta surgencia de los micro-colectivos, que pueden llegar a
constituir grandes corrientes o incluso imperios, no es patrimonio de lo
moderno, sino que su rastro salpica la senda histórica de la existencia humana;
movimientos religiosos, iglesias, ideologías, partidos, escuelas encuentran su
génesis en una idea semilla, que cobra fuerza y poder a medida que gana
adeptos. Es posiblemente un mecanismo que tiene que ver con la necesidad social
del ser humano y con una atávica inseguridad que busca garantizar en lo ajeno,
lo que no termina de afirmarse en lo propio. Pero es también y sobre todo, un
tremendo y frecuente horror vacui ideológico, un miedo secular al libre
pensamiento, una imperiosa necesidad de llenar el vacío de afinidad, de entes
en sintonía, de ecos que devuelvan y aporten veracidad a las creencias del
individuo.
Se trata de una tendencia a lo gregario que alimenta con
gran frecuencia, la aparición de “Burbujas Ideológicas”, son burbujas en tanto
que sus recintos identitarios se muestran impermeables a toda influencia
externa, haciendo gala de un endemismo ideológico que retroalimenta
permanentemente sus creencias y su particular cosmovisión. Es esta una actitud
claramente sectaria, que si además se encuentra aderezada de incomprensión o de
marginalidad, contribuye a “elevar” la condición de su pensamiento convirtiéndolo
en “lucha”. Esta unívoca visión burbuja, con su particularismo visionario, hace
posible la sublimación del hecho más disparatado, que rápidamente se transforma
en fehaciente prueba demostrativa de la teoría o sostén del ideario. Cualquier
hecho es susceptible de ser filtrado e interpretado en beneficio de esta verdad
construida y alimentada dentro de la preciada burbuja ideológica.
Así es como los idearios y las ideologías, que deberían
estar al servicio del Hombre, le esclavizan a este y cobran naturaleza de
identidad, cuando el ser humano sacraliza y se identifica con una idea
paradigmática, poniendo en barbecho el discernimiento. Es un camino directo a
la obcecación primero, la imperiosa necesidad de estar en lo cierto después;
(necesidad de creer), y desde allí a la negación y descrédito a todo lo que es
considerado ajeno a su modelo de pensamiento.
La burbuja aporta, con frecuencia, una particularísima
mirada sobre un aspecto concreto, se trata de un punto de vista plausible sobre
una cierta realidad, que cobra naturaleza de
descubrimiento, limitado por el dintorno de la propia burbuja ideológica
de la que se alimenta, es un coto de entendimiento, un espacio cerrado en el
que frecuentemente se confunde información con conocimiento. La primera consecuencia
es la prosperidad de un endemismo que aporta un espacio de tranquilidad al
acólito, ofreciéndole explicaciones entendibles, a menudo simplistas o no
exentas de cierto populismo.
Cabría investigar el auge de lo que hoy llamamos freekismo
como una posible manifestación de esta
tendencia.
El problema de estas burbujas identitarias, surge cuando
intentan fomentar el proselitismo, como acto necesario para que el resto de la
humanidad entienda, y comparta por tanto, la importancia y la verdad de sus postulados.
Este hecho no exento de buenas dosis de arrogancia, disfrazada de interés
auténtico por el conjunto de la humanidad, supone un salto cualitativo para la
burbuja, que deja de ser un planteamiento privado o personal para saltar a la
escena de lo público y común.
No niego la utilidad de estas burbujas en casos extremos en
los que el pensamiento y la libertad se encuentran sitiados por totalitarismos
o sojuzgados por la fuerza, pero dichas burbujas deben romper sus lindes una
vez superada la situación de riesgo. Sólo en condiciones excepcionales puede
ser necesario el asilamiento ideológico, como recurso de supervivencia.
Frente a esta permanente búsqueda de la afinidad; de ideas,
sexo, tendencias, religión, estilos de vida, moda...., propugno el nomadismo
identitario, la eclosión de toda burbuja conceptual como aporte de aire nuevo,
el tránsito libre y desapegado a través de ideas, conceptos, opiniones y
creencias, la adopción sin complejos de un libre pensamiento para almas y
espíritus libres; iguales, parecidas o diferentes pero libres, que no renuncien
a encontrar respuestas, pero que entiendan que la Búsqueda no debe estar
limitada por nada más que las capacidades del intelecto y del alma de aquél que
realmente quiere encontrar.