En el medioevo los señores feudales determinaban con
arbitraria impunidad, los diezmos que habrían de pagar sus súbditos para
sufragar sus conquistas, costear sus aventuras guerreras y su estilo de vida.
Los recaudadores solían ir acompañados de soldados que
velaban con castrense celo por el cumplimiento de las órdenes de su señor.
Hoy como entonces, los ciudadanos degradados a súbditos de
las modernas elites político-económicas pagan con sus impuestos los desmanes de
una banca especulativa y delicuente mientras una moderna soldadesca reprime
cualquier manifestación de descontento en las calles, ataviados, igual que
aquellos, con armaduras, cascos y escudos.