Un
sol tamizado de altas, vaporosas nubes gironeadas se adormece en un horizonte
nimbado, un cielo de veladura que se cubre tras vaporoso visillo.
La
luz grisácea impregna todo, incluso el aire tiene un resplandor plúmbeo que lo
hace vibrante, magnético. Es una tarde gris y espléndida.
Recuerdos
cercanos edulcoran la atardecida de un sol tímido que huye con su luz a otra
parte.
Suena
REM, música y lectura conforman un reino aparte, un universo propio alejado del
entorno donde me muevo, siento la liberación de ese entorno, de lo que sucede,
siento una tenue felicidad, el contorno de la libertad; libre de ideas,
liberado del futuro.
El
pijama prestado desprende un olor seco y hospitalario que me recuerda dónde
estoy, transpira el eco de todos aquellos que vistió antes que a mí, pero su
palimpsestico discurso no me inquieta, estoy en paz, libre también de toda
aprehensión, la vida hoy es simplemente un grato acontecer.
Miro
y veo la enfermedad en tercera persona, me siento libre de sus consecuencias,
libre de su devenir, la música me lleva y el recuerdo de la luz de aquel
atardecer me sosiega aún más.
No
lloréis cuando me marche, no os arrodilléis ante el altar,
pasad ligeros sobre la nítida existencia cual nómadas, como los “hijos de la mar”.
pasad ligeros sobre la nítida existencia cual nómadas, como los “hijos de la mar”.