¿Por qué este anhelo permanente de mar?, tal vez la distancia que nos separa es la razón que nos une.
Navego ora cimbreante, ora sereno. Navego en mares encrespados, tranquilos, mares silentes o atropellados. Es el acto de la navegación lo importante, lo esencial, accesorio lo demás.
Hacerse a la mar, a diario, sin que opere desplazamiento, sin moverse del lugar, sin aparente mutabilidad. Mar agitado ausente de movimiento, evolución callada que opera en el seno del inmenso mar que somos dentro.
Todo acontecimiento sucede en nuestro interior, interior fluido e infinito, agitado por la brizna de un pensamiento, sujeto a las mareas sentimentales, influido por el más leve destello.
Navegar, lo importante es la navegación, no lo navegado, porque la navegación hace al navegante lo que es y el objeto de su navegación es sólo la escusa que impulsa la singladura.
Movimiento en el mar del pensamiento; oleaje, corriente, tempestad. Pensamiento en el mar del movimiento; constante, reiterado, manipulador. Movimiento en un mar finito; navegable, solitario, contumaz.
La bitácora es el momento, la brújula la intuición, el rumbo lo marca la creencia, la convicción. El entusiasmo y la esperanza indican la meta; ostensiblemente alcanzable, incomprensiblemente lejana.
Surcando mares interiores voy, traspasando barreras de obstinada realidad. La esencia me toca por la amura de babor mientras la locura brama por sotavento, ejercicio de equilibrio desequilibrado en cada bordada, consecuencia de surcar un espacio fluido como el tiempo, inmaterial como el pensamiento, inasible como el mar.
Decidí mi viaje, hace ya mucho tiempo, lo emprendí igual que sigue sin destino. Navegar, lo importante es navegar, porque navegar es saber, experimentar y el destino, siempre es Ítaca.