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7 de marzo de 2011

Miedo

Seguridad frente a libertad, dos conceptos enfrentados entre sí, binomio siempre en pugna, siempre en riesgo de exclusión. La libertad claudica en el instante mismo en el que surge un recelo de seguridad, sucede siempre, ocurrió después del 11S, sucede cada vez que nos sentimos amenazados, también lo prevén nuestra constitución y nuestras leyes, articulando la derogación de la libre circulación, la libertad de expresión o información… ante el estado de emergencia o de excepción decretado.


Pero la libertad, siempre amenazada, es aún más fácil de recortar cuando se trata de la libertad de otro, y si la defensa de la seguridad lo justifica, poco crédito tienen los principios y fundamentos en los que basamos modelos democráticos y estados de derecho.


Este es el caso de todos estos países árabes ahora sublevados, y el de algunos más, a cuyos regímenes autárquicos y represores hemos apoyado abiertamente sin fisuras ni ética, todo por la “real politique”, y a los que en este momento miramos con recelo ante la posibilidad, de que una vez democratizadas las sociedades, no sepan elegir lo que a nosotros nos conviene. Su libertad nos amenaza.


En este ámbito de pensamientos orbitan ideas como el posible avance del islamismo radical, tan instalado entre los que nos denominamos “occidentales”, como si hubiera un sólo occidente y como si todo el oriente fuera uno y el mismo.


Sin embargo y pese a nuestros temores, el gran ausente en toda esta revuelta árabe es el radicalismo mal llamado islámico, (o acaso hablamos de radicalismo católico o judío), porque lo que se combate realmente es el radical totalitarismo, la dictadura que mantiene esclavos a pueblos enteros, sumidos en la mayor de las miserias humana e intelectual.


Este temor que nos alcanza, no es más que el miedo a que otros teniendo lo que nosotros ostentamos y exportamos, siendo libres en definitiva elijan equivocado, es decir, que no sigan nuestras normas y nuestras pautas. Como si nuestra senda fuera el paroxismo de la excelencia y la cordura.


Europa, aguerrida tierra de conquistadores otrora, madre de librepensadores, tierra en la que se gestó la separación de iglesia y estado, cuna de la Ilustración…, parece olvidada de su pasado reciente, ensimismada en su propia abundancia, adormecida, ahíta de tanto como posee…


Esta Europa pobre de espíritu y rica en divisas, mira con temor al vecino del sur que con su pobreza alimenta su turismo, un vecino cuyo yugo no es una religión atenazante, sino la tenaza del hambre, la mazmorra de la desesperación de un futuro cercenado, inexistente.


El mundo árabe quiere escribir su historia, como ya lo hicimos nosotros antes. Y esto nos da miedo, miedo a la libertad ajena, cuando lo que de verdad aterroriza es nuestra propia seguridad.

2 comentarios:

Sirenoide dijo...

El miedo es una de las emociones más ancestrales y primarias. Siendo tan necesario para nuestra supervivencia, se ha convertido en instrumento de manipulación para llevarnos a la autodestrucción. Porque los todopoderosos, ya sean políticos, jueces, banqueros, empresarios o sumos sacerdotes, conocen bien su potencia. Siempre han utilizado el miedo paralizante para bloquear conciencias y acciones.

Para el mundo occidental, estas “revueltas árabes” sacan a la luz varios temores a la vez: el miedo a nuestra seguridad que tu mencionas, el miedo a lo desconocido que con el atrevimiento de la ignorancia nos permite igualar a todo el que ose tener una cultura o pensamiento diferente; y, por último, el miedo a que se produzcan cambios que nos afecten (los psicólogos utilizan un eufemismo muy bonito para esto: resistencia al cambio).

Es tan desesperante escuchar una y otra vez este alegato machacón de las dualidades, de los dos mundos, de las dos culturas. Como si solo hubiera una tipología de oriental y otra de occidental, un tipo de hombre y otro de mujer, espera, y un tipo de homosexual. Una única forma de ser, propia del rumano, del chino, del árabe… Este discurso simplón que divide el Universo entre el bien y el mal, es pueril, está lleno de clichés, prejuicios y, en definitiva, de miedos. Pero se nos ha metido en el tuétano integrándose en nuestro día a día a base de repetirlo como un mantra. Y lo peor es que la mayoría acaba por creerlo y defenderlo.

Ya no es solo que nos asuste perder nuestra comodidad (“vaya, que fastidio todo esto de los países árabes, nos sube el precio de la gasolina…”)* sino que ahora se suman miedos derivados de la emigración (“todos estos moros se van a venir aquí, ya verás”)* y por supuesto, del que tu hablas...el miedo a la libertad ajena.

Así que, para mi inocente sorpresa, lejos de admirar, respetar y apoyar el arrojo y la búsqueda de dignidad de estos pueblos sublevados sin nada que perder, miramos a otro lado con cierta incomodidad deseando que no nos salpique. Es patético y repugnante. Nuevamente me hace renegar de lo que somos o de lo que sea en lo que nos hemos convertido. Seres egoístas, cobardes y rastreros sin un ápice de humanidad.

(*): Comentarios extraídos de gente de la calle supuestamente normal…

jbasho dijo...

Estoy de acuerdo con vosotros. Le con envidía cómo acuden las palabras para apoyar los argumentos...
Gracias a ambos.