Páginas

Buscar este blog

16 de septiembre de 2006

El uniforme 1

El uniforme le sentaba bien, la rigidez del corte camuflaba el pretérito imperfecto en que se había convertido y los enlucidos galones, brillaban sin alumbrar las oscuras sombras que proyectaban las oquedades de su alma.

Era un uniforme de guerrera larga, talle fruncido y brillantes botas de caña alta, un uniforme impecable que sobre-dibujaba un halo de rectitud, en una vida perfilada por los abruptos senderos de la tortura y la depravación. Era un uniforme verdaderamente representativo de una élite, de un credo, de un ideal tan alto como los mástiles de sus banderas, tan despiadado como el filo de sus espadas.

Lucía su uniforme todo el día, siempre, se diría que sin el se sintiera desnudo, esa desnudez que sólo es soportable para los que no tienen nada que ocultar detrás de un uniformado disfraz.


Lucía su uniforme sí, con esa resplandeciente botonadura que el asistente pulía con esmero y regularidad castrenses, refulgían también las condecoraciones y los dorados galones, conseguidos por su personal empeño y por el sacrificio de muchos, sacrificio litúrgico de tantos, que las cifras no podían explicar.

Bello uniforme, estandarte de reconocimiento social detrás del que se parapetaba aquel ejemplar militar, que en su bonito chalet con jardín vivía junto a su adorable mujer y sus cuatro rubios hijos, una casa espléndida, con servidumbre a cargo del estado y coche oficial a la puerta, una casa con espectaculares vistas. Era el refugio del guerrero, que tras su larga jornada colgaba por fin su uniforme en el galán de su dormitorio, desde el que se divisaba el próspero negocio del que vivía la impecable familia del comandante Hess; el campo de exterminio de Auschwitz.

No hay comentarios: