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26 de abril de 2018

Lapso


Cada segundo se destruye un segundo y surge uno nuevo, es el filo preciso y finísimo de un presente continuo, la arista de un cambio constante, una sucesión de instantes en la que sólo existe uno, éste en el que la mente lee este texto como en sordina.
Nada permanece, todo cambia, sólo el cambio es permanente y sin embargo, seguimos aferrándonos a aquello que no es, como si tuviese un valor indeleble.
Entre las estrellas, miles de agujeros negros contemplan como inconmensurables imanes el desgaste de galaxias, mundos suspendidos en una infinitud imposible de comprender.
Luz viajando por un espacio inexistente, soles apagados en materializaciones de gases, estrellas y mundos en dimensiones insondables de otro tiempo.
Ayer acaba de terminar y un nuevo hoy se filtra en la estela de un tiempo fugaz, inasible. La idea de un tiempo continuo nos aleja de la única verdad, la impermanencia como destino último de toda existencia.
La noche es la norma en el universo, el día, una circunstancia excepcional en los minúsculos destellos donde la luz se detiene un instante, antes de regresar a la noche.
De oscuridad y silencio está hecha la galaxia y los mundos, noche y silencio conectando el infinito.

5 comentarios:

Javier Hortal dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
bassho dijo...

Tus palabras son fuertes, pero las siento frías y tan oscuras como el universo que describes.
La impermanencia es lo único permanente -eso dicen-. Impermanencia y desapego expresan una enorme verdad pero creo que se puede profundizar algo más en esas dos palabras, no conformarse con lo dicho anteriormente, mirar más, no dejarse llevar por teorías y construcciones ideológicas que nos enseñaron el significado de estos términos.
Toda moneda tiene dos caras, toda palabra también, y las dos son reales.
¿Cuál es el otro lado real de la impermanencia, del desapego?
¿Cuál es el origen de la noche y el silencio que describes, quizá la luz, la palabra?
En este infinito universo oscuro hay miles de millones de estrellas brillando, pero si solo fueran unas cuantas, para mí, seria motivo de escribir de nuevo estas palabras.

palabrerías dijo...

Pero hay más...
Noche y oscuridad son el sustrato sobre el que se manifiesta la luz, la superficie intangible sobre la que navega la luminiscencia, el soporte de todo brillo y resplandor, oscuridad a la que regresa la luz despues de haberse manifestado. ¿Sólo por un instante?, quizá no, porque el viaje de la luz a casi 300.000 m/s continúa recorriendo galaxias y mundos por tiempos tal vez infinitos.
Y el silencio es la pizarra en la se pinta el sonido, es el diapasón en el que vibra la palabra como eco, el silencio es la extensión universal de la que surje el verbo en su viaje vibratorio.
La impermanencia, de la que sólo conocemos un lado, es nuestra condición en un mundo con final del que desconocemos el principio, dentro de un lapso de vida del que desconocemos el final.

Sirenoide dijo...

Qué interesante dualidad vital, esencial. Cuando escribimos o pensamos, las palabras parecen delimitar significados, y al usarlas, parece que nos posicionan. Estoy de acuerdo en que las palabras pueden tener dos caras...o infinitas. Lo que comunican depende del emisor, del receptor, de los filtros de ambos, de sus formas de entenderlas. Muchos sesgos concurren cuando se trata de conceptos complejos. Impermanencia y desapego son de esa complejidad.
La RAE define el apego como la afición e inclinación hacia alguien o algo. ¿os parece clarificador? A mí no, es más, oculta mucho sobre el significado del término.
El apego es un vínculo. Parece algo natural y bello (de hecho se utiliza mucho en el ámbito de la maternidad como desarrollo de un "apego sano"). Pero el apego tiene también una acepción oscura: implica dependencia y posesión. Por eso el apego sano es como la envidia sana, no existen. La envidia sana se llama admiración, el apego sano es AMOR.

Los apegos emocionales que establecemos pueden ser cadenas o lazos, pueden implicar libertad y crecimiento o pueden convertirse en una cárcel, pueden coser alas o atrapar almas.
En mi defensa del desapego (que puede darse y de hecho se da cada vez más también con objetos), quería expresar la necesidad, quizá utópica, de tender a vivir de otra forma: entregar sin expectativa, amar sin poseer, VIVIR sin pretender durar.

Creo que es precisamente lo que más nos duele de la vida, lo que la torna en algo tan valioso: la impermanencia, la dualidad, lo efímero, la incertidumbre, lo insondable, lo inevitable...

bassho dijo...

Tendemos palabras formando redes que lanzamos al agua para recoger más palabras,
inertes unas, vivas otras.
Juntamos palabras para fortificar castillos y atrincherarnos y ocultarnos, como los que juegan con la arena…
Montañas de palabras desde las que mirar un poco más allá, ríos para fluir por dentro de los otros, nubes para sobrevolar la cotidianidad.
Las palabras que engordan se desgastan,
las escuálidas desaparecen.
El uso excesivo las oxida,
llenas de herrumbre caen pesadas al suelo
para no levantar significado alguno.
Las empleo con ligereza,
desconocimiento,
sin saber que son materia delicada,
compleja, sensible…
que construye el pensamiento, exhala la emoción, suma sueños…
Buscar cuáles son las propias,
aquellas con las que me extiendo.
Encontrar términos y acepciones para abrir caminos,
decir quién soy,
permitir que los demás sean ellos mismos.
Y mostrar lo que siento a flor de piel,
lo que deseo realmente,
contar de dónde vengo
y hacia dónde voy.
Si no soy el otro no soy nadie.