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22 de enero de 2017

Camino

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¿Cuántas batallas hay que librar hasta librar La Batalla? ¿Cuántos combates hay que tener para alcanzar el centro de la realidad? ¿A cuántos hay que defraudar para ser honesto con uno mismo?
Es invierno, hielo, frío y niebla son compañeros de camino, un camino siempre doble: el camino que se fue ya, hundiéndose hacia el pasado y el camino que se extiende ante nuestros pies, el único posible.
Andadura, paso arrostrado cargando con el equipaje de la vida: sueños, carencias, emociones, vivencias, familias y amigos. Teselas de mosaico en el corazón.
Ir, avanzar con movimiento constante, caminar, tan solo caminar, el camino hace al viajero lo que es, modelando su alma, esculpiendo su rostro, dejando el rastro de cada avatar impreso en su memoria.
Caminar con paso decidido en el comienzo de la marcha, paso raudo y orgulloso para comenzar, paso arrastrado en la antesala de la incertidumbre, paso largo en las jornadas de petulante ligereza, titubeante paso ante el temor de la inseguridad, paso quedo, calmo y sin pretensiones para llegar.
En el camino no hay victoria ni record ni conquista de la felicidad, sólo camino, no hay verdad ni destino ni deber, sólo el acompasado paso del sencillo caminar, humildad del simple paso.
El camino lo es todo si es el camino, andar por él implica privación, sacrificio y constancia sostenidas, pero también fortaleza, convicción y un centro natural.