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17 de enero de 2016

Zona de sombra

Al otro lado de la frontera de la cordura está la zona de sombra de la razón, un lugar montaraz y agreste que penetra hasta confines remotos del alma humana, donde los acontecimientos están dibujados en tenues acuarelas que se despintan con la distancia, con el tiempo, con la vida.
En esta zona de sombra se refugian los miedos en forma de alucinaciones, la realidad toma el formato de comic, la cotidianeidad se reviste de fantasía. Pocos, aunque cada vez más tienen acceso a la zona de sombra de la razón. Un lugar en el que los mitos cobran vida propia y una legión de seres indescriptibles habitan en reductos de irrealidad.
Más allá de la estructura formal establecida está la zona de sombra social, un espacio invisible poblado por desheredados, parados, parias, inadaptados. Se trata de una zona de exclusión, de una exclusa, es el albañal en el que se sumergen los inservibles.
Es esta una zona de sombra donde cohabita la miseria humana con la mayor de las miserias humanas; la avaricia. El margen exterior está marcado por la falta de recursos económicos, por la desesperación y el abandono, por la frustración ante la imposibilidad de encontrar salidas. Más de media humanidad permanece instalada en ella.
En la otra orilla del empirismo puro está la zona de sombra de la ciencia, un territorio tachado de oscurantismo y maldecido por indemostrable. Se trata de una zona de sombra cuya existencia está en duda por su imposibilidad de medición.
En este margen del río se encuentra la mayoría del Universo, ya que lo medible representa tan sólo el 15% de lo que nos rodea. La materia oscura, la energía oscura pueblan un espacio prácticamente desconocido e inmedible, que negamos religiosamente.
La esfera de las religiones delimita la zona de sombra de las creencias, mundos dentro de mundos, medio mágico plagado de inefables tinieblas. Aquí la zona de sombra es un abismo de insondable profundidad, inmensidad envuelta en la oscuridad completa, total, eterna.
En esa zona abisal reside la gran mayoría de los otros, todos aquellos que no creen exactamente lo que yo, los distintos, los infieles, los separados de la verdad. Es la representación del infierno mismo en la tierra, la diferencia más profunda e insalvable.
En el contorno de la doctrina se sitúa la zona de sombra de la ideología, un lugar plagado de enemigos. Es el amplio ring del enfrentamiento, un damero nutrido de dogmas y credos.
Allí se encuentran todos los que no son partidarios o lo son de otra cosa, organizaciones doctrinarias, burbujas dogmáticas enfrentadas con otras burbujas de pensamiento que se retroalimentan sin cesar. Fuera de la nuestra se sitúa todo el mundo alrededor.
Más allá de las mayorías parlamentarias se sitúa la zona de sombra de la democracia, la comarca donde coexisten todos aquellos sin voz pero con voto, los que no encuentran acomodo alguno en las simplificaciones partidistas generadas por las oligarquías del estado de derecho.
Este grupo lo constituye la inmensa mayoría, ya que el poder de gobernanza se ostenta con tan solo un 20% de la representación ciudadana.
Zonas de sombra pueblan nuestra cultura, nuestra sociedad y nuestra memoria, son zonas ocultas al pensamiento, a la mirada, a la reflexión y al análisis, zonas opacas capaces de absorber la luz en su averno de negritud, zonas oscuras que la vista no puede penetrar, que la inteligencia más fina no logra comprender, eso o que sencillamente retiramos de ellas nuestra mirada.

12 comentarios:

bassho dijo...

La delgada línea
donde la sombra y la luz
se quiebran en noche
separando tu vida de la mía.

Javier Hortal dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
bassho dijo...

Un trago

Si me agarro a su sonrisa
distante y sin pretensiones
o a su mirada
donde descanso confiado.

Si escucho sus palabras
entrecortadas, breves,
deslavazadas,
en las que se columpia el sinsentido.

Si su imagen y consistencia
es el espejo imposible
donde fiel se refleja
solo mi fuerza y su valor.

Si en un descuido de su defensa
le acaricio levemente
y mantengo la distancia
de contacto para el recuerdo.

Si me deleito en su presencia
y me elevo tan leve
que un largo trago dejo pasar
por mi garganta, de Roberto.

palabrerías dijo...

En ocasiones alcanzamos esa delgada línea inmaterial, inconsistente, que nos separa y nos acerca de las personas, de las cosas, de los sentimientos. Es la levedad llena de sentido y sentimiento, es ese espacio fronterizo y mestizo en el que se difuminan los contornos y se dibujan las presencias.
Espacio de penumbra no revelado entre luz y sombra, entre el yo y el tú, entre vida y muerte.

Sirenoide dijo...

Porque es necesaria la oscuridad para encontrar la luz, porque sólo valoramos la vida teniendo conciencia de la muerte, porque sino hay un final, nada nuevo puede comenzar, por esto me reconcilio con las sombras aunque a veces nublen mi ánimo y mi entendimiento. Comprendo que debo remontarlas y alzar el vuelo para sobrevivir.

Las sombras a veces atenazan pero también, paradójicamente iluminan nuestra conciencia. Me recuerda a la costumbre romana en la que los generales regresaban triunfales y desfilaban ante el pueblo pero teniendo un esclavo tras él como una sombra que sujetaba los laureles y le susurraba mientras "Respice post te, hominem te esse memento" (mira hacia atrás y recuerda que sólo eres un hombre).
Nuestras sombras, nuestras luces...

bassho dijo...

Duelo

Nadie debería morir a los 19 años, pero todo el mundo debería morir como lo hizo Roberto: dulcemente, con personas queridas alrededor, tranquilas, arropándolo con besos y caricias,
acompañándolo hasta la puerta de sí mismo,
hasta el dintel del más allá,
dejando que su enorme respiración entrecortada
se diluya en la fluida corriente de las nuestras.
Sin embargo no escamoteamos el duelo. Necesitamos hablar de él (con él), con naturalidad, tenerlo presente, contar cosas sobre él, nombrarlo, sin ocultarlo, definirlo, dibujarlo dentro de nosotros, presentarlo al recuerdo.
Mi hijo no me pertenece, ni me perteneció nunca.
Disfruté poco de él, como la mayoría de los padres, desperdiciando mucho tiempo en regañarlo y enfadarme, y en hacer otras cosas.
Si ahora estuviera aquí otra vez cometería los mismos errores.
Pero no me importaría ser condenado a repetir cada uno de los momentos que vivimos con él, desde los siete años que tenía cuando nos topamos con él hasta el momento extraño e inmenso de su muerte.
Pedí a lo divino, con tiempo suficiente, un intercambio de su vida por la mía, un trato que sabíamos imposible, pero que por si acaso, mi mujer y yo, cada uno por su cuenta, insistió, rezó, imploró, sin conseguirlo.
¿Qué es ahora Roberto?
Nada: es imposible.
Un recuerdo que va tomando cuerpo dentro de nosotros: no es suficiente.
Una presencia o existencia que habita otra dimensión, y con la que algún día volveremos a encontrarnos…
Le quiero a él, su cuerpo, su mente, su voz, movimiento, contacto, problemas, su fuerza y alegría… No queremos acostumbrarnos a su ausencia.
Creo que la muerte de un hijo destruye la estructura molecular de los que le sobrevivimos, deja todo opaco y sin fondo, deshace la continuidad de la realidad.
La muerte ha roto su abismo para nosotros, porque ahora él está al otro lado.
Pero es tal el tamaño de su ausencia, es tanta su presencia (a veces lo siento montado a caballito sobre mí, o pisándome los talones mientras camino por el pasillo), es tanta la necesidad de que su vida perdure, que algo se abre dentro de nosotros, alejado de teorías y creencias,
tejido con fuerza, amor y esperanza.

Sirenoide dijo...

Lo siento tanto y tan profundamente, lo siento de verdad. No puedo sentirlo contigo, con vosotros, porque no puedo ni por asomo pensar en lo terriblemente doloroso que debe ser vivir una pérdida así.
De todas formas, ¿cómo abrazar el dolor de otro ser humano intentando que algo de mi cariño y empatía pueda al menos acariciar un corazón tan dañado? No tengo ni idea de cómo hacerlo. Supongo que tampoco importa porque nada puede aplacar este sufrimiento, sólo puedo decirte que en la distancia, llegó hasta mí esa alegría, dignidad y fuerza arrolladora de Roberto.

Os ofrezco mi abrazo más sincero.

palabrerías dijo...

No se puede hablar de la pérdida, de lo que nos deja, lo que nos habitó y ya no lo hace, el espacio vacío, abismal, profundo que deja. No hay palabras, no hay consejos ni lemas, no existe método ni norma para afrontar el vacío, el territorio desconocido de la nada.
Si hay respuesta, el silencio es la única respuesta, el silencio concentrado y contenido, el silencio respetuoso y afligido, el silencio diáfano y espectante que mira a la muerte con atenta mirada, un silencio de respiración algo entrecortada.
Cada partida deja una gran cámara de silencio en nuestro interior, un silencio que en ocasiones avanza y se extiende.
Hoy hace 35 años de la primera pérdida que conocí y su silencio, especielmente en estas fechas todavía me alcanza unido ya, junto al de Roberto, a otras grandes pérdidas.

bassho dijo...

Siento tu empatía y cercanía Sirenoide y te lo agradezco sinceramente. Tus palabras son de consuelo y de caricia.

Palabrerías, también entiendo lo que escribes. Sé que toda muerte es única y absoluta, y que desde muy pronto pasamos por experiencias muy dolorosas relacionadas con la muerte de un ser querido. Que esos vacíos nos van quedando en el alma y el corazón. Sé también de tu gran proximidad y afecto hacia Roberto, mutuo como tú sabes.
Hay un matiz, sin embargo, en relación conmigo (que sé que entiendes pero quiero insistir) a esa experiencia de la pérdida: la de un hijo no es una pérdida más de esas grandes pérdidas: es la gran pérdida en la vida de un padre (y de una madre).
Un abrazo para ambos.

Sirenoide dijo...

MI TESORO

Desconfía de las superficies lisas
y busca en cada cosa la fisura,
pues nada sin grieta permanece,
ni se sabe de lugar en este mundo
en que haya penetrado la belleza
sin haberse antes roto alguna vez.

Fía tu suerte en todo a lo imperfecto
y en todo acepta en fin a lo perdido;
tu apuesta -me repito- es a la luz
que logra introducirse en lo dañado,
pues sólo allí, debajo de la herida,
brilla oscura -hecha añicos- la verdad.

Alfonso Brezmes

bassho dijo...

Muy bello, Sirenoide.
Preciosa su verdad.
Un fogonazo de lucidez.

Gracias.

bassho dijo...

Fantasear en voz alta
sobre lo que tardas en volver a casa.

Surge como un vómito
la ilusión que sentimos
cuando te tuvimos por primera vez.

¡Cómo inflaste nuestras vidas
y te pegaste a nosotros!

Un parto externo de meses y meses,
una crianza acelerada de alegría y amor.

Atardece el círculo urbano
que rodea nuestra casa
y nos cerca el corazón
ensanchando la humedad de tu ausencia,
pero también
murmurando sin palabras
nanas que te acunan con besos y caricias.

Nos inyectamos dosis de caminatas
por el barrio
atracones ensordecedores de Tchaikovsky y Puccini
somníferos de novelas y películas
jornadas de trabajo gratuito
píldoras de vida cotidiana…

A veces, como un rayo de luz clara y temprana,
aparece el rastro de tu fuerza
que traza incólume algo que nombro como “solidaridad”
y que nos empuja hacia adelante.

Estás
de alguna forma
con nosotros.

https://youtu.be/Yi2AqTZCkR0