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19 de agosto de 2013

Espera


Del oeste, un viento suave, esponjoso y cálido trae en suspensión uno de esos tiempos de espera que despejan la frente y liberan el alma, instalando una leve calina en la retina de la memoria.
Una brisa de tiempo detenido, casi ausente, un tiempo extraño pero tonificante, es un lapso temporal sin expectativas ni reservas, un momento de entrega a la plena existencia.
Es esta una brisa amable de mediados de estío envuelta en un aire pálido y taciturno pero esencialmente vivo; “quién no conoce la pasión fronteriza y prohibida, vive sin conocer la vida”. Es la brisa de la calma veraniega, calma de la espera, una espera repleta de vida que espera, espera creencia y permanencia, espera esencia e inminencia.
Espiras de viento acarreando filamentos de otros tiempos detenidos en lejanos lugares, esencias de mar, montañas, desiertos, pensamientos, jirones de sentimientos que inflaman las velas del alma, alma en espera.
Espera recortada sobre el fondo azul descolorido de un rucio cielo canicular. “El calor de la pasión templa a los hombres y es la envidia de los dioses”.
Céfiro suave y delicado que portando va recuerdos, ideas, pasiones y encuentros.

5 comentarios:

bassho dijo...

Escenas matritenses

Madrid vuelve a tenderse para recibir a los que la abandonaron durante la canícula veraniega.
Aquí están de nuevo los rumanos con su mano extendida, mientras dicen “hola, hola” y no reciben ninguna moneda, gastadas en los chiringuitos de la playa. Maldicen nuestra tacañería con frases que suenan a proverbios latinos.
La gasolinera atestada de coches esperando turno para lavarlos y dejarlos impolutos, a la vez que escuchamos la potencia musical del todoterreno que gusta del flamenco no demasiado puro. Los demás hacen como que no oyen, que no ven, solo muestran sus caras cabreadas por el regreso obligado a la urbe.
La tercera edad retomando los ejercicios gimnásticos suaves a primera hora de la mañana en el parque común, formando un círculo no perfecto donde se aprovecha para contar en voz baja las novedades y enfermedades padecidas desde el último encuentro.
La mezcla caprichosa de aquellos que han roto la rutina con los que continuaron en ella, palpable en la piel tostada que reflejan con orgullo los primeros.
La jactancia del portero de la finca que cuenta al compañero que únicamente una vez movió el coche en su lugar de vacaciones.
El sorprendente olor a pueblo, y hasta a mar, que exhalan algunas calles casi vacías por las que circulan sin atascos, todavía, la sombra fresca de ciertas nubes despistadas.
La morena funcionaria que nos atiende con una sonrisa detrás de la cual se encuentra toda su paciencia recientemente recargada, tan alejada de la tez pálidamente amargada que ya en otoño comenzará a aflorar.
El sonido omnipresente que se desplaza en catarata de las lavadoras exiliadas en los tendederos de los edificios en su intento de volver a la normalidad la ropa de sus viajeros moradores.
Los turistas extranjeros batiéndose en retirada tras haber soportado con valentía el desocupado ardor de las tardes de agosto madrileñas.
Madrid vuelve a tenderse a la espera de recibir un poco de aire fresco.

Sirenoide dijo...

La espera como impass, como momento suspendido. Qué difícil se nos hace disfrutar de una espera, siempre pasando de una actividad a otra, corriendo sin mirar lo que nos rodea, con la impaciencia constante del que cree perder el tiempo si no lo ocupa a todas horas.
Ese disfrute del tiempo en pausa nos ayuda a pensar con más claridad, a vivir el presente sin expectativa, a sentir la vida en estado puro.

Quizá el punto esté en saber esperar pero sin demasiadas perspectivas, dejando que la vida nos sorprenda mientras fluye. Amar y vivir sin poseer ni ansiar más de lo que se tiene, sólo espero saber esperar.

bassho dijo...

Desprendimiento

Esta bondad envolvente, sin más allá.
La fragancia de la hierba cortada salpicando restos de totalidad.
Esa tibieza de la luz en la piel dejándonos su cálida huella.
La caricia sin pausa del aire sobre la cara.
La imagen nítida del mundo, sin pretensiones.
El tacto sólido de la materia más liviana.
Los pequeños sonidos de la vida que se contempla a sí misma, deshaciéndose, derramándose por los orificios del tiempo detenido.
No hay pronombres que entristezcan el camino.
Todo está expandido, cierto, sin dureza.
Brilla la Tierra con su giro riguroso, sin necesidad de transparencias, mostrando azorada la opacidad de su belleza.

palabrerías dijo...

La disolvente realidad que mejora la ficción, la espera siempre merece la pena si es esta consciente de que el hecho de la espera es una parte consustancial a la vida, a nuestros anhelos.
Calor de final de verano, el otoño está en espera.

bassho dijo...

Espirituales

Buscan en las nubes al espíritu para no tener que pisar el suelo y así no pringarse del tizne que deja la vida.
Portan una sonrisa beatífica que surge de esa enorme distancia que ponen contra cualquier manifestación del sufrimiento humano.
No hacen nada y por ello logran mantenerse puros e intachables.
Hablan, leen, meditan sin fin buscando la tranquilidad de su alma, el sosiego de su mente… Ponen la atención en la respiración, en cómo entra y sale el aire por su cuerpo sin reparar en las tormentas que azotan a sus semejantes.
Guardan la tranquilidad de su gesto para evitar arrugas o rictus que afeen su búdica expresión.
Esconden el miedo que sienten, el vacío que les ahonda tras capas y capas de teorías, teologías, teogonías… y demás teos y sofías que encuentran.
Creen que la divinidad es una técnica de relajación (mantra, koan…). Pretenden sentarse frente a una pared blanca durante horas para alcanzar la iluminación, convertirse en lámparas incandescentes capaces de iluminar un estadio.
Ese desperdicio de energía, ese derroche de posibilidades de acción, de echar una mano a tanta vida necesitada, a tanta pobreza desasistida, a tanta enfermedad devoradora, a tanta soledad sonora…
La paz, el silencio, el olvido de sí, la armonía, el desapego… se alcanzan en la acción que realiza la auxiliar limpiando al enfermo, el funcionario cumpliendo con su deber, el padre acompañando su hijo…
Quizá algún día tengan que rendir cuentas al dios que tanto adoran y recordar, recordar la frase que termina: “… y a tu prójimo como a ti mismo.”