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17 de diciembre de 2012

Enfrente


Un sol tamizado de altas, vaporosas nubes gironeadas se adormece en un horizonte nimbado, un cielo de veladura que se cubre tras vaporoso visillo.
La luz grisácea impregna todo, incluso el aire tiene un resplandor plúmbeo que lo hace vibrante, magnético. Es una tarde gris y espléndida.
Recuerdos cercanos edulcoran la atardecida de un sol tímido que huye con su luz a otra parte.
Suena REM, música y lectura conforman un reino aparte, un universo propio alejado del entorno donde me muevo, siento la liberación de ese entorno, de lo que sucede, siento una tenue felicidad, el contorno de la libertad; libre de ideas, liberado del futuro.
El pijama prestado desprende un olor seco y hospitalario que me recuerda dónde estoy, transpira el eco de todos aquellos que vistió antes que a mí, pero su palimpsestico discurso no me inquieta, estoy en paz, libre también de toda aprehensión, la vida hoy es simplemente un grato acontecer.
Miro y veo la enfermedad en tercera persona, me siento libre de sus consecuencias, libre de su devenir, la música me lleva y el recuerdo de la luz de aquel atardecer me sosiega aún más.
No lloréis cuando me marche, no os arrodilléis ante el altar,
pasad ligeros sobre la nítida existencia cual nómadas, como los “hijos de la mar”.

3 comentarios:

bassho dijo...

No sabría decir cuántos atardeceres llenan por completo mi vida, tampoco sabría explicar por qué conectaron tan profundamente conmigo.
Es cierto que el amanecer es el momento cumbre del día, el comienzo de todos los principios... Pero cuando atardece todo se llena de una magia que deja impregnado cualquier recuerdo, que tiñe todas las fibras de aquel que se deja llevar por su difuminada despedida.
En tu descripción hay un "dentro" con olor a rutina hospitalaria, a antiguo y gastado, derrotado y abatido; pero también hay un "fuera" que se dibuja infinito, que rompe los cristales de la ventana por la que miras, y te lleva, te vuela, allí donde las montañas arañan el último sol que se escapa.
Y entonces surge el milagro, quieto, pacífico, transmutando todo el interior ("de las tinieblas condúcenos a la luz").
Eres tú entero, extendido. Eres en ese momento ellos y yo.
"Nada nos puede empequeñecer" recita la tarde absorta en la brisa marinera. En tu piel y en la nuestra recala la certeza de lo que no llegas a nombrar pero dejas entrever.

Sirenoide dijo...

Es verdad que el texto desprende optimismo y alegría a pesar de la circunstancia, se entremezclan términos que podrían parecer contrapuestos: "una tarde gris y espléndida". Me ha gustado mucho esa visión, el claroscuro que representa la vida misma. Los momentos amargos que sabemos que pasarán al igual que la frágil felicidad.

El final me ha recorrido la espalda como un hielo, me ha erizado el vello y el estómago por inesperado, por dramático, por clarividente. Por constituir esa Verdad inexorable, latente e inombrable que nos acompaña desde que nacemos.

Gracias por compartir generosamente estos momentos seguramente difíciles, por esos pensamientos libres y por estimular a la reflexión.

Sirenoide dijo...

Enfrente...también

Un nuevo año, cargado de alegrías y frustraciones, de ilusión y de duelos, de proyectos que se quedarán en eso y de realidades que por fin tomarán forma.
De amores imposibles que pueden ser, de amores eternos que nunca lo fueron.
De problemas con sus soluciones, de angustia, de plenitud, de risa y de llanto.
Tenemos por delante un año, o un mes, o un día, o una hora de vida. Sea como sea, yo agradezco haber vivido un año más con sus momentos terribles (que los ha tenido)y con los felices (que también), le pido salud y PRESENCIA. Le ofrezco alegría y entusiamo.

Os deseo un feliz año 2013, que sepamos discernir y buscar (o pedir) lo que nos hace bien. Un abrazo con mucho cariño!