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12 de junio de 2012

Trabados


Un encuentro de tantos en cualquier lugar; la consulta del médico, la cola del cine, la red social... Rodeados de gente de la que nada se sabe, desconocidos reunidos ocasionalmente por una circunstancia fortuita, encuentro entre extraños, rostros por descubrir... Por encima, al lado, entre ellos, una red inapreciable se entreteje con una urdimbre cerrada; lazos intangibles estrechan la aparente distancia entre desconocidos, lazos invisibles, enlaces incorpóreos pero reales.
Cada uno relacionado estrechamente por un orden numérico con todos los demás, cada ser antecediendo y precediendo a otro, con el que le une un vínculo ordinal en la cola de la pescadería. Unidos por ligaduras ideológicas, votos que unifican el destino de desemejantes: desconocidos que opinando lo mismo desde realidades distintas se unen en modo invisible, para otorgar o retirar la confianza a un gobierno, a un partido.
Compradores compulsivos como somos, si mirásemos con los ojos de lo etéreo veríamos gustos semejantes por similares productos, entre consumidores del todo desconocidos.
Vínculos identitarios que nos ciñen más a aquél que a éste otro; su manera de vestir, de expresarse, de andar...
Apetitos vinculados, que nos acercan a quien nos atrae, alejándonos de quien nos disgusta.
Vínculos de situación; problemas similares, asuntos familiares, dudas, deseos, miedos...
Las incertidumbres, otro nexo humano; ciudadanos de países enteros compartiendo inciertos ecos de futuro, el temor a la muerte, el sufrimiento, la desafección…
Apetitos, pensamientos, espacio habitado en común, el planeta. Esferas de afinidad que dibujan infinitos hilos imperceptibles.
En este panegírico de relaciones humanas en el que estamos inmersos, ¿dónde cabe retirar la asistencia sanitaria a un enfermo por no ser español?, ¿dónde, hacer de la homosexualidad un mal a repudiar?, ¿dónde cabe rescatar a entidades financieras privadas dejando hundirse al ciudadano?
Los vínculos que vemos, pero sobre todo los que no vemos, nos mantienen unidos a la tribu, porvenir común, lugares comunes… En este universo contemporáneo toda  desigualdad sigue vigente, olvidamos nuestros vínculos pensándonos separados, diferentes, mejores, pero los lazos que nos unen nos delatan como miembros de tribus, tribus de uno.

14 comentarios:

Conchita dijo...

Buenas noches, Palabrerías, Sirenoide, Bassho y demás compañía. Hace tiempo que no deambuleo por este espacio.

Palabrerías, muy potente y muy directa esta visión tuya de la conexión "trabada". En los tiempos que corren hay muchas opiniones al respecto. Eso está bien porque con ello se demuestra que algo debemos de cambiar.

Sirenoide, vi tu peli, "intocables". Una forma de mostrar el dolor y la miseria de una manera divertida. Muy emotivo, la verdad.

Bueno, saludos a todos. Seguimos en contacto.

Sirenoide dijo...

Unidos, entrelazados de forma inexorable. El hombre es un ser sociable por naturaleza, para bien y para mal, a la union natural y familiar se suman las redes sociales con las que accedes a personas afines que posiblemente no habrias conocido de otro modo...o sí? ¿Qué nos une y qué nos separa? ¿por qué siento mucho más en común con alguien presuntamente ajeno que con un miembro de mi familia? ¿Qué función tiene esa red de la que hablas?
No sé quien lo escribió pero lo leí justo después de leer tu entrada, Palabrerías, y siento que hay una conexión entre ambas ideas:
"Nadie se cruza en tu camino por casualidad y tu no entras en la vida de nadie sin ninguna razón".

Conchita, ya te echaba de menos!! Me alegra saber que te ha gustado la peli, si al menos te sacó una sonrisa desde luego merece la pena, no? A mi me encantó la capacidad de dejar a un lado el victimismo y hacerse con las riendas de la propia vida con mucho sentido del humor. Un ejemplo hermoso de lo que Palabrerías propone en su entrada...personas que se encuentran, conectan y resultan simbióticas, terapeuticas y balsámicas (uy por dioh, cuanta esdrújula)

bassho dijo...

Ante la desgracia
Ante la desgracia ajena (ante la propia solo hay una reacción) las respuestas son variadas y diferentes:
Están aquellos que la ignoran completamente. No existe, no hay problema. Todo está bien.
Otros practican la huida, por si fuera contagioso lo que te sucede.
Algunos se lo toman con tanto optimismo que las bromas que gastan les hacen reír y creen tener el derecho a decir chascarrillos sin fin.
Hay quien no sabe lo que hacer, se vuelve torpe a pesar de su experiencia e inteligencia ante cualquier situación. Calla pues no sabe qué decir.
Están los solidarios, sinceros y próximos: puede ser cualquiera, tanto lejano como cercano.
Algunos no tienen tiempo de preguntar, ni de ocuparse de tu problema, que al fin y al cabo de alguna forma acabará resolviéndose.
Los que confían tanto que no les cabe un ápice de duda de que sucederá lo que ellos han decidido que va a suceder.
Los místicos que ven la divinidad y su voluntad en las cuitas de los demás y que sienten con desagrado lo que a ellos el destino les plantea como obstáculo.
También aquellos que gratuitamente te regalan una sonrisa sin preguntar qué ocurre ni en qué pueden ayudarte, pero que con ese gesto te acompañan por un largo trecho.
No estamos tan trabados ni entrelazados. De hecho solo hay que descarrilar un poquito para darnos cuenta de que cada uno es un vagón de un tren que desconfía de aquellos que por un motivo u otro salen de su carril.
La desgracia, ajena, es un potente desligador.

Sirenoide dijo...

Querido Bassho
Me alegra sinceramente leerte por aquí de nuevo, te esperaba pacientemente porque soy consciente por tus comentarios de que estás pasando por un momento tremendo.
¿Sabes? He pensado mucho en tus palabras porque me he sentido así en ocasiones, y desde luego la enfermedad de alguien muy cercano nos dimensiona con los que nos rodean de un modo muy especial. Efectivamente, a veces encuentras consuelo en gente completamente ajena que regala una sonrisa sin más o quizá es el abrazo del amigo que no esperas...
En diferentes momentos de la vida, nuestro círculo más inmediato nos muestra un lado amargo que muchas veces no he podido ni querido aceptar, esa distancia de los que perjuraban que estarían siempre ahí, esa frialdad de los que creiamos más próximos.
Después, con la perspectiva y el temple que otorga el tiempo, pienso que cada persona da lo que puede, ni más ni menos. Algunos creen que llorar con otro, empatizar y hacerse cargo de su dolor es mostrar debilidad. Otros no pueden o sus bloqueos internos les impiden regalar un abrazo allá donde saben que es necesario. Y otros, simplemente, creen que no pueden ayudar en nada (esa puñetera manía de sentirse útil constantemente) y se retiran a concentrarse en sus males menores.
Sabes que todas esas personas que has mencionado sin nombrarlas te quieren, lo que te pasa les importa, solo que no pueden darte algo diferente a lo que te dan: nuestras vidas, nuestras circunstancias y nuestras experiencias hacen que nos enfrentemos a la desgracia ajena con toda esa diversidad que has expuesto.
Quizá nadie pueda empatizar contigo realmente en tu dolor, nadie más que el que lo sufre es capaz de entenderlo. Bassho, seguramente nadie podemos sentir lo que otra persona siente pero no dudes que estás en el corazón de toda esa gente que conforma tu mundo, ya sea lejana o cercana, que no sabe como transmitirte su apoyo. Entre ellos me incluyo, si me lo permites.
Te mando, como siempre que me acuerdo de ti, un cariñoso y fuerte abrazo deseando de todo corazón que las cosas mejoren. Ojalá pudieras sentirlo porque yo sí creo que de algun modo extraño y mágico, sin conocernos pero mostrándonos por nuestros escritos, estamos trabados, entrelazados, unidos.

palabrerías dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
palabrerías dijo...

Querido Bassho, es muy reconocible lo que comentas, esa suerte de separación con todo y con todos en momentos de dificultad, esa especie de incomprensión que parece romper los vínculos, es reconocible desde el momento en que todos los seres humanos pasando por experiencias similares tenemos sentimientos parecidos, incertidumbres sinónimas.
No obstante lo que he aprendido, no el momento, sino algo después, en la distancia, es que si bien cada uno es una isla con sus sentimientos, también es verdad que estos nos pertenecen a todos y que la empatía existe aunque a veces no seamos capaces de verla, en un mundo de individualidades demostrar el aprecio, el interés, la vocación de ayuda no siempre encuentra la expresión adecuada, no siempre se muestra como debe, la torpeza en este terreno que muchos padecemos no ayuda demasiado.
Pero en este aparente escenario de soledad, hay gente que piensa en nosotros muy a menudo, lo que ocurre es que el pensamiento no se manifiesta, hay quién padece junto a nosotros (cada uno desde el lugar que ocupa) nuestro padecimiento, hay a nuestro alrededor quien se hace cargo de nuestra situación aunque no esté diciéndolo todo el tiempo, y todo esto es porque no hay nada que no te pase a tí que no pase a mí, tus problemas son los míos, yo también me hago cargo de tus temores, en mi mochila hace tiempo que están tus alarmas, tus miedos, lo que te inquieta.
Nada nos es ajeno, aunque en momentos puntuales la sensación de soledad ocupe todo nuestro horizonte, nada de lo del otro le pertenece solamente a él, yo comparto contigo la desgracia, como comparto la risa, porque sí que estamos trabados, unidos sin necesidad de estar juntos, estamos en lo mismo sin tener que decirlo, tu angustia es también la mía, la desgracia que te ocupa me afecta, y también es mía.

bassho dijo...

Muchas gracias a los dos. Estoy de acuerdo en lo que escribís y sé que estáis ahí.
A veces uno escribe sin suficiente perspectiva, o con demasiada unilateralidad, y olvida el dolor de los otros o cree que su sufrimiento es mayor que el del otro y pensamos que la felicidad del prójimo es un insulto... Esas cosas no se miden, no son magnitudes, ni sirve de nada el resentimiento y la envidia que aparecen y nos brotan descontroladas.
Un abrazo.

bassho dijo...

Allí/aquí
De Perú, quizá de uno de los pueblos del Altiplano o de la misma Lima.
Allí vivía esta familia con tres o cuatro hijos, madre, padre y abuela incluida.
Un día algo empezó a salir mal, o peor: el mayor de los hijos sufría cansancio y cada vez tenía la piel más pálida.
Un médico, otro; un hospital, otro distinto. Inflamación, pérdida de apetito, sangrado… Al final el diagnóstico fue certero: leucemia.
Pero había un problema añadido: allí no había medios efectivos de tratarla… Y algo de suerte tuvieron: alguien se interesó por ellos, les habló de España.
Terminaron aterrizando en Madrid, hospital de La Paz.
Una vez aquí comenzaron con los ciclos intensivos de quimio, sin apenas unas migajas de trabajo que llevarse a la boca.
El padre, desesperado o deprimido, tomó la decisión de suicidarse, y así lo hizo. Tenía sus propias razones.
La madre y la abuela continúan ahora con su historia de ciclos quimio, trasplante de médula y medicaciones varias.
Los hermanos acogidos milagrosamente en un colegio de monjas, internos.
El chico de 13 años sobrevive sin pelo, arañando en ocasiones un puñado de neutrófilos, pero con toda la fuerza de quien se sabe ganador. Su mirada tiene la humildad de aquellas tierras, pero también la decisión y la firmeza de la gente joven.
(En España la leucemia infantil tiene un porcentaje de curación de alrededor de un 80%)

Sirenoide dijo...

Es normal que ahora no puedas tener perspectiva Bassho, uno no puede exigirse ecuanimidad y perfección siempre, ante todo somos humanos, y ante el sufrimiento, bastante tenemos con sobrevivir.
Si al menos sacar afuera temores y resentimientos contra situaciones realmente injustas te ayuda, si expresarlo sirve para que no se enquiste dentro de ti algo que no es tuyo sino fruto de la situación que estás viviendo, ya es algo. Aqui siempre vas a tener una oreja y un hombro "virtuales" pero muy de verdad. Te acompaño, estoy contigo, pienso en ti.

El caso que has contado aquí me ha puesto los pelos de punta, a veces la injusticia de la que te hablaba antes se hace tan palpable, tan cortante y heladora que asusta...pero siempre me sorprenden las personas que, sobrevolando su propia tragedia, ven más allá, se sobreponen y dedican toda su energía, su fuerza y su ánimo tocado en sobrevivir. ¡¡Lo admiro tanto!! Gracias por compartir esta impactante historia de fuerza y valentía.

Otro abrazo... y mucha fuerza!!

bassho dijo...

Extraña mañana
Todo comenzó caminando temprano con mi perra por el parque. Mientras ella olfateaba y jugaba con sus palos, yo escuchaba, por casualidad, la sinfonía nº3 de Gorecki "Sorrowful Songs" lento-sostenido, cantada por Zofia Kilanowics. Sin entender lo que decía, algo me hacía estremecer: quizá la acumulación de fuerza y belleza de la interpretación…
Varios asuntos me llevaron por la ciudad y comenzaron a encadenarse una multitud de ínfimos gestos similares de los que solo fui consciente de que se estaban produciendo al tercero o cuarto.
Me arrimé a una manifestación espontánea para acompañarlos por unos minutos y así apoyar su protesta.
Sobraba tiempo de aparcamiento en el ticket que había dejado puesto en el coche. Lo coloqué cuidadosamente en el parquímetro para que otro pudiera utilizarlo.
Por la acera desaceleré el paso rápido al que obligan las compras para permitir que la anciana que me precedía terminara de recorrer el trecho que me impedía adelantarla.
El vagabundo situado en el suelo de la esquina durante horas imploraba una limosna… Por dos veces lo esquivé… Pero unos pasos más allá retrocedí, busqué una moneda pequeña en mi cartera. Eché 50 céntimos en su vaso de plástico mientras me lanzaba una bendición que yo sentía no merecida.
Dudé en bajar las escaleras del metro para ayudar a quien subía con dificultad un carrito con su hijo. Otra mujer que se disponía a bajar el suyo lo dejó por unos momentos aparcado para echarla una mano.
Me senté en un banco de madera de los que tantos hay en algunas partes de esta ciudad y contemplé el mundo con benevolencia Respiré algo satisfecho, tranquilo, sin nada que hacer. Los árboles se movían ligeros en sus copas. La vida fluía delante de mí. Yo estaba allí.
Al continuar el camino hacia mi casa observé con vergüenza como un hombre grueso y entrado en años empujaba un carro por la cuesta, de esos de la compra de los centros comerciales, cargado de chatarra y con una gran bañera. No conseguí superar la extrañeza que me causaba ponerme con él a llegar a la cima.
En la cola de la tienda del barrio una mujer mayor vestida de blanco y con sombrero se quejaba del cansancio de la espera. Al dejarla pasar me agradeció el gesto como si fuera algo distinto lo que había sucedido.
Y saludé al desconocido que por cualquier motivo me daba los buenos días.
Apreté el paso hacia mi casa para refugiarme, algo asustado, extrañado de mí mismo, de esa acumulación de hechos que exigían un pequeñísimo esfuerzo solidario.
Y al llegar, mi hijo me pedía que jugara con él una partida de ajedrez, un correo electrónico me exigía respuesta, mi hija acaparaba mi atención para contarme algo que había sucedido…
La soprano despedía la sinfonía con breves palabras, llenas de un sentimiento difícil de definir: Al tacto helado del escalofrío.

Sirenoide dijo...

En estos tiempos en los que el cabreo se asienta como estado de ánimo permamente, aun me queda un resquicio de esperanza y creo que, en todo lo que viviste con plena atención ese día, es el AMOR esa corriente imprecisa que mueve todo lo que cuentas. Pienso que la solidaridad y el amor por los demás ha mantenido a la humanidad hasta ahora...como dice la vieja canción de los Doobie Brothers:"Without love, where would you be now"...donde estaríamos todos sin amor!!

bassho dijo...

En cuatro líneas y media has resumido mi texto con una precisión exquisita. Además de definir ese sentimiento que a mí se me esconde y evapora tantas veces que, cuando vuelve a aparecer, no llego a reconocerlo.
Gracias.

Sirenoide dijo...

Gracias a ti, Bassho por compartir con tanta generosidad y sensibilidad lo que sientes, me enseña mucho, abre mi mente.
Un abrazo

bassho dijo...

"Abre mi mente" dices, Sirenoide. Sí.Con las experiencias propias y ajenas, pero también con la literatura, la pintura, el cine, la escultura, la música... No dejarnos reducir la vida.
Como os dije una mañana me topé con esto:
http://youtu.be/miLV0o4AhE4

Un abrazo.