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19 de abril de 2012

Goce


En un entorno absorto en la taumaturgia de la posesión: posesión de dinero, propiedades, objetos, salud, trabajo, personas, doctrinas, dogmas…, en una creación entregada a la liturgia del mercado, donde el delicado aroma de la flor o la fina inteligencia humana son meras mercancías objeto de compra-venta, poseer es un fin en el que naufraga la civilización.
Poseer eso, pertenecer a aquello, son dos vertientes de una misma cima por las que se desliza el ser-consumidor. Extraña evolución: de adeptos a súbditos, de ahí a ciudadanos para culminar en consumidores.
Yo poseo, tu posees, el posee, nosotros poseemos, poseímos y poseeremos,… o tal vez somos poseídos.
Frente al delirio de ostentar, reclamo la simpleza de gozar, de gozar de las cosas sin necesidad de poseerlas, sin querer, sin poder poseerlas. La imposibilidad de adquirir una sonrisa no le resta un ápice a la capacidad de disfrutar de ella, ¿quién puede poseer una caricia?, o una mirada, ¿quién atesora la palabra de consuelo, quién un pensamiento?. El deseo de poseer es mero conformismo con un goce interino, pues la posesión tiene implícita la perversión de la pérdida y la inapetencia por lo ya poseído.
Gozar, disfrutar sin el yugo de poseer, es un acto de sublime libertad, sin subordinación a la propiedad, con concesiones mínimas a la ambición del deseo, un ejercicio de provisionalidad permanente.
La vida en dosis, a veces homeopáticas; disfrutar hoy de hoy, mañana es una entelequia, poseer una ilusión. Posesión y poseedor, bipolar juego de dominios donde objeto y sujeto se desdibujan intercambiando sus papeles, ¿poseedor o poseído?, qué es qué en cada instante....

15 comentarios:

Sirenoide dijo...

Gracias por tu texto, está lleno de sensibilidad y sabiduría. Me apunto a tu acertada a la vez que necesaria reclamación sobre el disfrute del presente y las pequeñas grandes cosas que llenan nuestra vida de sentido, como una mirada, una sonrisa, una caricia... en definitiva con lo que nos conecta a otro ser y podemos compartir.

(He tenido que buscar "taumaturgia" en el diccionario, of course! y me encanta porque cada día me sorprende la riqueza del vocabulario castellano. Gracias por eso también)

palabrerías dijo...

Rico sin duda nuestro idioma, a mí me gusta especialmente descubrir palabras nuevas " nuevas para mí" y encontrar nuevas formas de contar con nuevos términos, taumaturgia es un gran término, no coloquial, pero muy descriptivo en su significado y espléndido fonéticamente hablando.

Javier Hortal dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
bassho dijo...

Estoy contigo en ese reclamo del goce sencillo. También es cierto que siempre tengo magníficas excusas para no hacerlo. Pero me viene al recuerdo ahora, un lugar en El Pardo, sencillo, que descubrí hace unos años, entre dos árboles, que me produce momentos de paz y plenitud que tantas veces añoro.
Gracias por tu texto.

Sirenoide dijo...

He estado reflexionando un poco más sobre el tema que planteas, sobre la capacidad de gozar de pequeños placeres sin más expectativa que el disfrute en sí mismo, sin posesiones ni ataduras, con la simplicidad del aquí y ahora. ¡Hay tantas pequeñas cosas (¡gratis!) que hacen que la vida valga la pena! Creo que si prestáramos un poco más de atención a los sentidos y a la intuición, viviríamos mejor.

Pensaba en el daño que nos autoinfringimos con el apego que desarrollamos hacia los objetos y las personas. Ese cariño mal entendido que no nos deja desprendernos de cosas a las que dotamos de “valor sentimental” y de personas que no solo no nos aportan nada sino que nos quitan energía, alegría y libertad.

A los objetos los dotamos de connotaciones que acaban por ser nocivas, creemos que ya no podemos vivir sin ellos y acabamos por complicar nuestra existencia hasta límites insospechados. ¿De verdad necesitamos tanto? Pues en realidad no, y quizá una de las lecciones de oro de estos tiempos difíciles esté precisamente en apreciar el valor de lo poco que se necesita para subsistir.
Pero en la sociedad occidental, tendemos a meternos en un bucle en el que vamos acumulando un poco de todo. Entramos en un “diógenes” material y emocional que nos aprisiona, impidiendo, en muchas ocasiones, que avancemos ligeros de equipaje.

Los niños crecen “aprendiendo” que se pueden tener 500 amigos (¿¿amigos??), más aun, que cuantos más acumules mejor. Muchos jóvenes basan sus relaciones en la inmediatez y la superficialidad, consumen amistades, amores, tecnología…usan y tiran a velocidades de vértigo sin un atisbo de disfrute en ello. Algunos no aprecian el goce de una charla tranquila cara a cara con un verdadero amigo, de una mirada cómplice o del roce inesperado que te hace temblar. Desconocen el sabor de lo auténtico en su fugacidad…

Me gusta especialmente el modo tan poético que tiene Julio Cortázar de explicar el “peligro” del apego en el “Preámbulo de la instrucciones para dar cuerda a un reloj”:

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

bassho dijo...

Gracias por tus palabras Sirenoide. Tienes razón en esa ensoñacíón de las generaciones jóvenes de que es posible tener 500 amigos y fantasías parecidas... Por otra parte considero a Cortazar como un maestro literario y también, como no podría ser de otro modo, humano.
Todo este tema que estamos considerando en este post, pienso que el problema podría resumirse con una palabra, avidez.

Conchita dijo...

Palabrerías Me gustaría mucho saber qué quieres decir con tu expresión: “me gusta especialmente descubrir palabras nuevas, ‘nuevas para mí’”.

Sirenoide, comentas: “¡Hay tantas pequeñas cosas (¡gratis!)” Una frase tan sencilla, tan usual y que me hace pensar. ¿Qué es gratis para ti? ¿Lo que no vale dinero? Tu poema de Cortázar, me encantó en su día. Hoy me duele. Hace años, medía mi tiempo a través de los rayos del sol o a través del ruido de mis tripas, cuando reclamaban comida. Las noches eran controladas por mi cansancio o por mi estado de ánimo y los relojes eran unos inventos tan absurdos como aburridos. Sin embargo, un día sucumbí a su reclamo y hoy día me siento esclava de las horas.

Poseer o pertenecer. El primero, te asfixia; el segundo... ¿te anula? Ambos te restan libertad.


Me gustaría compartir con vosotros un poema de Blas de Otero. Gracias a los tres por estar ahí. Tan cerca.

Besos



Aire libre
Si algo me gusta, es vivir.
Ver mi cuerpo en la calle,
hablar contigo como un camarada,
mirar escaparates
y, sobre todo, sonreír de lejos
a los árboles…
También me gustan los camiones grises
y muchísimo más los elefantes.
Besar tus pechos,
echarme en tu regazo y despeinarte,
tragar agua de mar como cerveza
amarga, espumeante.
Todo lo que sea salir
de casa, estornudar de tarde en tarde,
escupir contra el cielo de los tundras
o las medallas de los similares,
salir
de esta espaciosa y triste cárcel,
aligerar los ríos y los soles,
salir, salir al aire libre, al aire.

bassho dijo...

Precioso el poema. Qué pobres y qué poco seríamos sin la poesía. Este universo en vez de ser infinito y misterioso sería estrecho y tubular. El poema crea el espacio y el tiempo, nos hace otros, muchos otros

Sirenoide dijo...

Gracias a ti por tus comentarios, Bassho. Es verdad que a veces es realmente complicado pero en lo posible, disfruta cada momento que los malos tiempos pasan (como los buenos), la vida es cíclica, más simple de lo que creemos y, casi siempre injusta pero ¡merecen tanto la pena los destellos de belleza!.
Sé que tienes la sensibilidad para apreciar la esencia de Cortázar, de un atardecer o la calma de un sencillo paisaje…y de eso también se compone la VIDA.
Te mando un fuerte abrazo


Querida Conchita, me refiero a la gratuidad de lo que no tiene un coste: reír y hacer reír, ser amables, compartir o vivir el presente…creo que esas cosas son gratificantes, hermosas, llenan de luz nuestra existencia. No sólo no cuestan nada sino que cuanto más das, más recibes.
Por cierto, gracias por compartir la enorme belleza del poema de Blas de Otero, me ha llegado al corazón: tan sencillo, tan íntimo y a la vez tan universal.
Otro abrazo para ti

bassho dijo...

Causas

Pensando en la reflexión sobre el goce que has iniciado, Palabrerías, y en la incapacidad de hacerlo con las cosas sencillas, de disfrutar de lo que tenemos delante... Siento y pienso que una de las causas está en la lejanía que tenemos de todo: de nosotros mismos, de los otros, y desde luego, de nuestro origen y destino.
Escribo lejanía como podría decir olvido, ignorancia, ceguera...
¿Cómo podemos disfrutar de una puesta de sol, de una conversación tranquila, de una mañana temprana... si no descansamos sobre la esencia de lo que somos, de lo que fuimos y seremos?
La presencia de lo Inconmensurable nos tiene que habitar de alguna forma para encontrar el goce en la contemplación de una flor, montaña o situación cotidiana; pues de lo contrario la estaremos buscando sin darnos cuenta, y al buscarla de esa forma, nos alejaremos aún más, y la distancia nos causará miedo y angustia...
Para no querer poseer tenemos que darnos cuenta de que o no lo necesitamos o ya lo poseemos. Si no la renuncia sería un acto doloroso y falso.
En un amor cercano están todos los amores juntos, hasta los más lejanos, pero hay que darse cuenta de ello.

Sirenoide dijo...

Que profunda y hermosa reflexión, Bassho, gracias!!

Al hilo de lo que dices sobre nuestro origen, nuestro destino y el triste olvido de lo que fuimos, hoy he leido algo que quería compartir con vosotros y que escribió Fernando Pessoa:"La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos."

palabrerías dijo...

He estado unos días sin entrar y veo que la conversación ha estado muy animada.

Conchita, cuando digo descubrir palabras me refiero a que, con un idioma tan rico como tenemos siempre hay palabras que desconocemos y descubrirlas es un placer, el proceso de "descubrimiento personal" es simple, lectura incluso del diccionario, puedo ocupar cierto tiempo en surfear por un diccionario "cazando palabras nuevas", es un entretenimiento interesante.

Gracias a todos por vuestras valiosas aportaciones y particulares puntos de vista que enriquecen sin duda las pequeñas reflexiones de este blog.

Tyler dijo...

Resulta muy curioso que ya desde bebés sentimos ese deseo de poseer. Este es mi juguete, no lo toques. Esta es mi mamá y me quiere a mi. Poseer nos da la ilusión de durabilidad, de longevidad. Si posees algo no lo pierdes y, si lo haces, es tu culpa y sólo tuya. Poseer nos da la ilusión de poder al rechazar. Cuando tienes algo y no lo quieres lo tiras. Cuando quieres algo y no lo posees lo deseas.

Quizás el error radica en el hecho de que una vez posees algo dejas de gozar de ello poco a poco, minuto a minuto. Quizás...

palabrerías dijo...

Bienvenido Tyler, en efecto poseer nos ofrece la ilusión de poder y provoca un efecto de pérdida, ya que sólo se puede perder lo que se tiene. No tener es posiblemente el mejor antídoto contra la esclavitud de la posesión, pero como es difícil sustraernos al hecho de poseer, es mejor reemplazarlo, tan sólo, por gozar de lo que a cada instante nos presenta la vida.

Tyler dijo...

Como dijo el auténtico Tyler, todo un maestro para mi: Sólo cuando se pierde todo somos libres para actuar. Gran blog amigo mío