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4 de febrero de 2012

Equidistancia


Súbitamente, como de improviso, se encontró a muchos años de distancia de cualquier lugar. El pasado quedaba lejos, como lejos el futuro, y lejos el presente esquivo. Se vio a sí mismo ocupando una atalaya, una suerte de pedestal desde el que se asomaba al mundo. Desde aquel solitario otero lejos quedaban el amor y los amantes, lejanos los amigos y la amistad, érase un alcor distanciado de lo divino y de lo humano.
Un escalofrío sacudió aquella visión solitaria que lo situaba en el páramo de su existencia y un vacuo horror lo conmovió. La luz alcanzaba a encender la enfermedad del alma en el ambiente de aquel tiempo irreal, tiempo suspendido, tiempo equidistante.
La sensación vital de equidistancia, se convirtió en una pulsión, una suerte de revelación que lo situaba a igual distancia de ninguna parte. No soñaba. Un rastro de desasosiego se abrió camino entre la imagen que dibujó su mente; un amplio paisaje semidesértico y monótono tan solo interrumpido por un pequeño promontorio alrededor del que habitaba la nada, era la imagen de la zozobra de aquel que se sabe solo y alejado de toda posibilidad de salvamento, la tribulación del naufrago.
Imagen nítida, yuxtapuesta a un torbellino de sensaciones que desfilaban ante él a gran velocidad; tristeza, temor, angustia, pesar…, un hondo pesar le sumergió en la complacencia de sí mismo, como cuando de niño se refugiaba en torno a la aflicción.
Se sobrepuso, examinó de cerca pero con distancia el coro de sensaciones y pensamientos, que se iluminaban a la luz tenue de aquel sorprendente descubrimiento.
Vivía en la equidistancia, una equidistancia que lo alejaba  del mundo tanto como de sí mismo, de los objetos como del sujeto, del fondo tanto como de la forma.
¿Pero dónde estaba aquel lugar ignoto?, ¿cómo había llegado hasta allí? ¿cómo no había visto aquel páramo hasta ese momento?. La luz del alma iluminaba la enfermedad del espíritu y la luz no se retiraba, veía, ahora veía, aunque aquella enigmática visión no tuviese cabida en ninguna parte, ni relación identitaria alguna.
Se encontraba realmente a años de distancia de todo, años de distancia le separaban del que fue, de los recuerdos, de los anhelos e ilusiones, de aquello que amó, de todo lo que quiso, de lo que quería y de lo que pretendía ser, lejos estaban las cumbres solitarias, las risas juveniles, los temores de infancia. Lejos ayer, hoy y mañana, lejos el éxito y el fracaso.
En un indicio de extinción inevitable vislumbro el ser nada, la vacuidad absoluta, entendió lo accesorio de la vida, lo frugal del devenir, la quietud de no ser. Atisbó la solidez de la muerte frente a la fragilidad de la vida.
Era un hito, un zenit temporal alcanzado, un espacio equidistante y revelador, sobrecogedor y ambiguo, los días del advenimiento habían concluido, dejando paso al tiempo de la emergencia.

10 comentarios:

bassho dijo...

¿Cómo es posible que alguien desde fuera pueda describir tan exactamente aquello que te sucede en lo más profundo? ¿Dónde has encontrado esas palabras que hablan de mí, de los que están conmigo?
Anoche comencé a escribir este texto:

"Confines del universo. La llamada de la vida".
No hacen falta naves especiales, cohetes supersónicos para viajar a alguno de los extremos de este universo, basta con traspasar varias puertas de un hospital y llegar a la sala de espera de cuidados intensivos pediátricos.
Y allí descansar un rato, o un par de horas, hablando con los otros padres que como tú guardan los nervios, miran cabizbajos o hablan abiertamente de sus vértigos y alegrías. Y después pasar a los boxes donde se encuentran los niños.
Tras esos cristales, en esas habitaciones llenas de máquinas y de señales de alarma, y de tubos, y de botellas de suero, antibiótico, medicamento… fijarte en los niños que yacen tumbados en camas mucho más grandes que ellos, dormidos, sedados, automatizadas algunas de sus funciones vitales. Dos meses tiene aquel, cuatro años el de más allá, quince recién cumplidos el mío.
En la periferia de lo que conocemos están la vida y la muerte pegadas, y también unas trabajadoras eficaces, encantadoras, con un ánimo que tanto necesitamos los que por allí transitamos.
En la orilla de lo cotidiano están las historias que escucho de los otros: la madre separada con un niño que apenas reconoce por lo deformado que ahora mismo se encuentra, la pareja madura con su hijo de 18 que aparenta 10 y con 14 años de batallas como ella dice…
En estos límites de uno mismo aparece un potente foco de luz que ilumina tu propia realidad, pero también la de todo aquello que te rodea, y observas con sorprendente claridad lo “bueno” y lo “malo” de lo que llevas dentro, la esencial heroicidad de personas en las que antes no habías reparado, o descubres y aprecias a cada uno de los que están cerca de ti, y agradeces su presencia.
En este marca del destierro de lo rutinario hay una enorme fuerza vibrando, sobrecogedora, que te inunda y sumerge.
En esta frontera del espacio físico, pero sobre todo mental, afectivo, espiritual, se encuentran niños fuertes, en proceso de curación, que sin ser conscientes luchan a brazo partido por sobrevivir; y no me cabe la menor duda que muchos de ellos conseguirán su objetivo: atender la llamada de la vida.

Sirenoide dijo...

EL RÍO DE LA VIDA

El río nacía en los picos de una formidable montaña y saltaba, embravecido, soltando brillantes gotitas que relucían al sol. Nada detenía su paso. Cuando un obstáculo se interponía en su camino, lo saltaba, lo atravesaba o lo bordeaba. Era valiente,osado, generoso y flexible.
Un día llegó a las cálidas arenas de un desierto y se lanzó a atravesarlo, pero pronto se dió cuenta de que sus aguas desaparecían en la arena y se asustó. Aunque fue considerando las más diversas alternativas, no encontraba ninguna solución. Inmerso en sus dudas, oyó una voz que le decía:
El viento cruza el desierto y también lo puede hacer el río.
-El viento puede volar y yo no--respondio.
-Si te lanzas con violencia, como has hecho hasta ahora no conseguiras cruzar el desierto--dijo la voz-.-Debes dejar que el viento te lleve a tu destino.
Pero,¿còmo me va a llevar?
-Debes consentir ser absorbido por el viento-afirmó la misteriosa voz.
Esta idea no era aceptable para el río. No quería perder su identidad y era demaciado arriesgado ponerse en manos de un viento desconocido.
¿Y sí cuando haya perdido mi forma, no puedo recuperarla de nuevo?-se angustió.
El viento cumple su función-respondió la voz- Eleva el agua, la transporta a su destino y la deja caer en forma de lluvia.Entonces el agua vuelve a ser río.
Pero, ¿no podría ser siempre el mismo que soy ahora?.
En ningún caso puedes permanecer igual, tu esencia debe ser transportada para formar un nuevo río.
El río desconfiaba de la voz; podrìa perderlo todo si le hacia caso. Pero una vocecita interior le decía que fuera valiente y asumiera el riesgo. Entonces, en un formidable acto de confianza, elevó sus valores en los acogedores brazos del viento, que lo trasladó hasta la cima de una montaña lejana, donde los dejó caer. A medida que las gotas de agua caían y se volvían a reunir formando un riachuelo, algo parecido a la felicidad embargó al río. Y de repente lo compredió todo:
-Mi esencia es el agua,sea en el estado que sea. Al transformarme, he podido continuar siendo yo mismo. De no haberlo hecho me hubiera perdido.

conchita dijo...

El vacío. Así denomino a esa sensación que has descrito de una forma tan magistral. Ya será por mi instinto de supervivencia o por mis propios miedos, nunca he podido traspasar esa frontera. No soy tan valiente. Quizás por ello valoro más esta intromisión y que hayas conseguido ponerle "palabrerías" a esa congoja que nos hace tan frágiles. Mi enhorabuena.

Anónimo dijo...

El vacío. Así denomino a esa sensación que has descrito de una forma tan magistral. Alguna vez que otra lo he percibido y siempre he vuelto con urgencia sobre mis pasos, a mis pensamientos domesticados. No soy tan valiente como tú. Por eso te agradezco más el que hayas traspasado ese umbral y que hayas podido describir, con semejantes "palabrerías", un sentimiento tan místico y tan humano. Mi enhorabuena.

palabrerías dijo...

Bueno parece que este post ha movido algunas reflexiones o conectado con aspectos interesantes. Surgió como una visión que ahora intentaré plasmar en una pintura.
Gracias por vuestras aportaciones.

Sirenoide dijo...

Querido Bassho, no sé cómo puedes explicar tan bien el trago amargo que debes estar pasando. Describes todo con tal pureza que casi siento la luz y el olor de esas estancias, las emociones fuertes a flor de piel, el miedo y la fuerza que debéis desprender todos los que estáis viviendo estos momentos: padres, hijos, enfermeras y médicos. Todos apoyándose y buscando la llamada de la vida. Siento que todos somos uno, que estamos juntos en el dolor y en la rabia y en la esperanza y en la fe. Sin conocer, sin apenas saber, estoy ahí, mi mente y mi corazón van allí todos los días. Te mando un abrazo.

palabrerías dijo...

Bienvenida Conchita, esperamos leerte más por aquí

bassho dijo...

La pietà

En la habitación 603 la puerta está medio abierta.
Dentro hay tres o cuatro personas.
La cama vacía.
En una silla está sentado el abuelo.
Sostiene en sus brazos a su nieto de dos años,
lleno de cables, agujas y respiración asistida.
Lo mira de cerca, pero mirar es una pobre palabra.
Tiene en sus manos algo de muy corta vida por delante.
La madre descansa en el pasillo, por unos momentos, de los veinticuatro meses de angustia y lucha.

palabrerías dijo...

El arte, esa "virtud, disposición y habilidad por hacer algo", es parte de la vida, y la vida es una muestra del arte. La Piedad que comentas Bassho, es la cercana representación, de esa virtud, que se aloja en la habitación 603 y que como todo arte se expresa, y ahora se expande por la red.

bassho dijo...

Desiertos
Nunca he pisado un desierto, al menos uno de los denominados así en los mapas de los libros, pero tengo la sensación de que no es solo un territorio físico, sino que trasciende esa feroz materialidad para hacerse metáfora real de estados mentales, afectivos y espirituales.
Jesús caminó por ellos, transitó por todos los sentidos que podamos dar a esta palabra.
En el desierto una duna esconde otra, y la siguiente otra y así hasta un imposible final que nunca encontramos.
Aquí la planicie se hace redonda, gira sobre sí misma para hallar el círculo que ansía y borrar los puntos cardinales, y confundir al caminante, extraviarlo, obligarle a habitar por siempre en los radios vertiginosos que unen el centro desconocido con un punto extremo.
Cada desierto es único, y aun más, en realidad hay un solo desierto.
Este vasto territorio cerca a las ciudades y sus moradores.
Cualquier día, al abrir tu ventana, descubres de súbito la deslumbrante realidad de su presencia.