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22 de noviembre de 2011

Al viento


No supieron anticipar el rolar de los vientos y la vida les dejo en la encalmada. Tarde comprendieron que los vientos, como la vida no siempre están disponibles para nosotros.

La juventud se despacha la vida a grandes sorbos mientras la edad madura teme por ella.

Buscaba el viento en cada amanecida, al medio día, al atardecer, sólo aflojaba su angustia de anochecida, cuando el recogimiento y la oscuridad invitaban a la retirada, una retirada de si mismo.

La vida se había alejado tanto que podía verla frente a sí, sentimientos tan diferentes de aquella otra vida habitada desde dentro, tan reciente y tan lejana…

¿Cuántas vidas hay en cada existencia?, ¿Cuántos habitaciones habitamos en ella?

Un leve y perturbador sentimiento de lejanía invade la tensa calma, este no pasar nada, eterna espera, incierta, volátil y temerosa calma…

Atrás quedaron los días en los que corrientes benignas y vientos prodigiosos hinchaban las velas e impulsaban las naves de nuestras vidas.

Prisioneros, esclavos, atrapados por la ausencia de la más leve brisa, privados del hálito de impulso de vida, ni ráfaga, ni cierzo, ni aquilón, ni soplo ni ventisca, alejados del tiempo.


Falta viento y aire. Sean cuáles sean las dificultades de la navegación, la fórmula es siempre la misma: nunca... nunca... nunca... te rindas.

4 de noviembre de 2011

¿Desesperanza?


¿Qué vamos a hacer con la desesperanza?, desaliento labrado a fuego por un modelo de vida desatinado y condenado al fracaso.

Qué haremos con el vértigo de quién no encuentra trabajo, qué con los desahuciados, qué con los parias del tercer mundo que mueren de hambre a diario, qué con tantas expectativas segadas por una economía que todo lo devora.

Pero sobre todo, qué vamos a hacer con el ejército de desheredados de esa clase media, movida por un deseo de consumo frenético carente de expectativas de ser colmado.

Legiones de jóvenes y adolescentes consumidos por el deseo de un consumo que no podrán satisfacer, esclavos de su propio anhelo inalcanzable, enfrentados a una realidad que les corta el paso, ahogados en la tensión de la desigualdad.

Porque la igualdad ya no es un asunto social ni tan siquiera un derecho, hoy la igualdad, la relación igualitaria inter pares depende del nivel de consumo que se ostenta. Un nivel de consumo que, cuál espejismo, ha mantenido a las clases medias occidentales en la ensoñación de una riqueza sustentada por las deudas.

No saldremos indemnes de este descalabro que va más allá de una crisis financiera, económica o de confianza, estamos ante una crisis sistémica que orada los cimientos de un modelo de pensamiento y de una actitud ante la vida. Modelo especulativo y suicida incorporado al ADN de la humanidad entera, un modelo en el que el deseo nos aleja de lo que somos.

Lo que empezó siendo un mero malestar, difuso, inconcreto, se va materializando poco a poco en la indignación del que percibe que sus cimiento son de barro y luego, tal vez, sobrevendrá la catástrofe, entendida como cambio rotundo de modelo. Y mientras esto le sucede a la ciudadanía, los gobiernos niegan la mayor, miran hacia arriba, sin entender, sin saber que “cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen”.

Hemos hecho dejación de decisiones en favor de unas élites que sólo velan por su subsistencia y por el interés de los afines a su mundo estratosférico e ilusorio, un mundo que se desmorona ante la atonía generalizada.
Vivimos un momento de reemplazo, reemplazo de la opulencia por la necesaria contención, de una hegemonía occidental que cede ante la pujanza de Asia, un momento de revisión de la preponderancia de la globalización económica frente a la localización de los problemas y conflictos, un tránsito desde una realidad enfrentada a lo virtual a una condición humana mestiza virtual-real. Asistimos a la mutación del estado del bienestar, garante hasta ahora de la paz social, en el malestar creciente con el estado. El patrimonio de la clase media es hoy una cárcel para la liquidez.

Necesitamos un cambio del paradigma económico que como poco recupere la base del capitalismo puro (aunque sólo sea eso), haciendo valer la producción frente al poder de la pura especulación, se hace necesaria la introducción de valores en los mercados para poner freno a la depauperación de millones de vidas humanas, por convertir alimentos y materias primas en futuros financieros.

Un mundo entero obrando para beneficio de bancos y especuladores, debe modificar algo su trazado, o nos saldremos de él en alguno de los giros.