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10 de diciembre de 2010

Serpiente

Apartada de la luz, entre los salientes rocosos, oculta a las miradas de depredadores y curiosos, se esconde tímida y esquiva. Su habitual elegancia, compostura y soberbia están ensombrecidas por un hálito de vergüenza indefinible.

Recluida, huidiza, apartada, en retirada se encuentra la reina sigilosa del rastreo. A su mente, algo adormecida, brota lo que fue, las hazañas de caza, sus magníficas expectativas, sus grandilocuentes sueños, sus inabarcables anhelos, la agilidad de su rectilíneo cuerpo azote de roedores y pequeños mamíferos.

Su frialdad interior aletarga su corazón y su espíritu, ha reemplazado su permanente deseo de sol por esta oscura sombra de la oquedad pétrea, porque un pudor atenazante la sujeta con mano férrea a la concupiscencia de las rocas.

Todo empezó con un estertor incontrolable y doloroso, una suerte de fricción interior incomprensible y audaz. Una sacudida extraña que le hizo perder la pieza. No le hubiese dado más importancia sino fuera porque poco después vino otra y luego otra sacudida, hasta que la caza, su vida, se convirtió en una compleja agonía que se rebelaba contra las normas que la habían regido hasta ahora.

Lo intentó denodadamente una y otra vez, aunque un oscuro presentimiento ya se había instalado en su triangular cabeza, premonición de un tiempo nuevo, incomprensible, un tiempo desordenado y caótico que no respondía a lo aprendido.

Se refugió abatida primero, extenuada luego, en la rocalla alta de la montaña en la que habitaba, si tenía que morir allí, al menos vería el hermoso valle, cada amanecer y atardecer serían suyos hasta el último día. Su espera pronto se torno en lucha, combate, conflicto interno. Y buscó en su interior todo aquello que parecía negarle el bosque y la vida, miró en lo profundo de su alma, se deslizó por los rincones incógnitos de su corazón y vio fluir la vida, manar la torrencial mente.

Se hundió en sí misma alejándose de todo. Apartada de lo conocido lo cotidiano empezó a parecerle extraño, destiló su esencia más pura mientras le rondaba la muerte, una presencia silente cobró cada vez más fuerza y realidad en ella.

Una tristeza atávica, ancestral, se fundía en su interior con el pulso ardiente de la aventura, del deseo imperioso por lo nuevo, avidez de renovación, aspiración a lo desconocido, pasión por descubrir.

Un vértigo recorría su larga e interminable columna, el hambre hacía estragos en lo físico pero le colmaba de lucidez. Hacía que el más leve movimiento la quemara por dentro, un escozor punzante la mantenía quieta y adormecida, esperando el fin, tanteando la muerte.

Aquella mañana surgió decidida apartando las sombras de la noche y la luz se instaló majestuosa y osada impregnando cada objeto, cada rincón del bosque y de la montaña. Esa misma luz cálida y púrpura iluminó una forma idéntica a ella, pero carente de vida. Es esto la muerte -pensó- y en la debilidad externa en la que se hallaba vislumbró un hálito de interior bienestar, una suerte de extraña complacencia y oxigenada renovación interior y física.

Tanto fue así que la serpiente, después de largas jornadas de agonía, decidió salir de la gruta en la que estaba, dejando atrás todo el sufrimiento esculpido con la forma exacta de su cuerpo.Había cambiado por primera vez en su vida la camisa, la corácea piel exterior que ya no la dejaba crecer, y radiante, aunque algo más humilde y prudente salió al exterior estrenando una nueva.

10 comentarios:

bassho dijo...

Sorprendente como te metes en "la piel" de la serpiente para contar lo que siente. Desolación ante el aparente futuro de vejez y muerte... Dura y luminosa la transformación final. Esperanzador epílogo.
La conclusión que saco es la necesidad de "desgarrarnos", de "dejarnos la piel" en el pasado, de abandonar la "carcasa" para "ser de nuevo", para "renacer". Esa mudanza se produce tanto por fuera como por dentro, es una brillante liberación. Pero qué dificil resulta aceptarla cuando estamos en pleno proceso de cambio, de "muerte".
Muy bonito tu cuento. Gracias.

Sirenoide dijo...

Cómo me ha impresionado este relato. Nunca pensé que podría sentirme tan identificada con una serpiente. Lo que describes con ella es un proceso de cambio y renovación tan doloroso como necesario, aunque prefiero verme más como una mariposa (¡qué femenina yo!), que antes pasa por la fase de crisálida o "pupa" (curioso estado tan semejante a la crisis) para después volar libre y majestuosa y es tan diferente a lo que fue que muchos ya no la reconocen...
Solo hay algo que me apena de la serpiente, tan sensual, distante y peligrosa...y es el hecho de que sienta vergüenza, ¿por qué? ¿por sentir?,¿por errar?, ¿por ser vulnerable?
La serpiente, con su sangre fría y su porte rectilíneo, también se curva y tiene miedo. En algún momento, supongo que todos cambiamos la piel con sufrimiento primero y liberación después.
Gracias, ha sido un placer leerlo.

palabrerías dijo...

La serpiente siente vergüernza de sí misma, de su situación, es una fase, tal vez necesaria, en la travesía que va desde la petulancia del que se considera estupendo a la humildad del que se siente frágil y vulnerable.

Sirenoide dijo...

El valor de la vida no está en lo que dura, sino en la intensidad con que suceden las cosas.Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables.

bassho dijo...

La vergüenza, si no paraliza, es un sentimiento esclarecedor y sano. Vergüenza a veces de lo que pienso, de lo que hago o dejo de hacer, de quien me creo que soy o de lo que no soy, del empleo de mi capacidad o poder...
Prefiero mil veces la vergüenza al engreimiento, la petulancia, la altivez... Son tan mezquinos y denigrantes para uno mismo...

Sirenoide dijo...

Absolutamente de acuerdo con vosotros. La petulancia es mezquina y además, contagiosa. Todos, en algún momento de ego inflamado hemos podido llegar a actuar así. Aunque los “estupendos y estupendas” con los que me he topado normalmente, no son más que seres ignorantes con un complejo de inferioridad enorme, conscientes de sus carencias que imprimen un barniz altanero a su comportamiento con el fin de que nadie pueda notar ese vacío logrando habitualmente el efecto contrario. Rara vez se plantean si han obrado bien o mal por lo que no entran en "crisis" nunca.

Me viene a la cabeza inmediatamente el pobre Sarkozy, ese hombrecillo con un afán desmedido por “maquillar” con múltiples rituales su indisimulable bajeza (física y moral). Ese gesto constante de altivez, sus apenas 160 centímetros… es hijo de inmigrantes húngaros y se permite decidir quién tiene o no derecho a vivir en “su” país, exige que sus escoltas midan 1,63 y lleva alzas en los zapatos (ah, y por supuesto se casa con la más guapa…). Resulta patético y sin embargo… ¿cambiará esta serpiente de piel? Me temo que no.

Pero insisto, entre la vergüenza de uno mismo y la soberbia, ¿no cabría una posibilidad intermedia más sana y constructiva? La ACEPTACIÓN podría ser. Aceptar lo que uno ES, nuestras limitaciones y nuestras fortalezas; nuestras taras y nuestras posibilidades…

bassho dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dices Sirenoide. Pero para aceptar lo que uno Es primero hay que saber quién somos, cuáles son nuestras limitaciones o nuestras taras como dices... Y es cierto que yo también he conocido a esos estupendos personajes tan peligrosamente soberbios y tan desdichadamente infelices.
En la "vergüenza" hay confusión y desdicha también, pero al menos eso genera un movimiento de búsqueda y verdad.

Sirenoide dijo...

Amén, Bassho. En esos casos, bienvenida sea esa vergüenza.
¡Feliz Navidad!

palabrerías dijo...

También veo en la vergüenza una señal de alarma que nos enfrenta con nosotros mismos, es un sentimiento que nos desnuda arrojando luz sobre aspectos ocultos o escondidos de nosotros mismos. Está bien mirar-se en el espejo de la vergüenza y ver lo que nos devuelve su reflejo.

Sirenoide dijo...

NO TE SALVES
.
No te quedes inmóvil al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves, ahora
ni nunca.
.
No te salves,
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo,
no dejes caer lo párpados
pesados como juicios,
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo.
.
Pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo

MARIO BENEDETTI