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15 de febrero de 2010

Atasco

Avanzo por un mar calmo, mar de mi imaginación, mar contemporáneo, mar fractal y sentido, mar repleto de lucernarias envueltas en metálicos reflejos.

Cadencia de tiempo mecido en invariable procesión. Mar aburrido. Sonoro mar cuyo lento oleaje va batiendo mi nave solitaria, equidistante de las miles de naves que obstinadas, acompañan mi periplo.

Atardece un mar gris obsesionante, liso, ceniciento, mientras el horizonte se enciende en luz reflejada. Magia de luz pintando sobre gris purpúreas, irisadas, brillantes pinceladas. Paleta de pintor inverosímil.

Mi singladura continúa lenta, inexorable. El leve oleaje, atenuado por el silencioso atardecer, asemeja el halito de un ser descomunal. Resplandores de mecánica irrealidad confunden la escena; tensión y calma, resignación y prisa...

Surco un mar de mareas imposibles, tanto como la solidez de sus aguas. Mar de mi memoria, mar de artificial factura.

El onírico viaje sufre una súbita sacudida al descender accidentalmente la ventanilla, ruido seco y polución infiltrándose en los sentidos y en el aire de este laberíntico Madrid.

Sueños de monotonía acompasan mi deambular en este proverbial embotellamiento.

3 comentarios:

Sirenoide dijo...

Tu texto me ha parecido una clara parábola de la existencia, como una metáfora de lo que nos toca vivir en un momento incierto y gris. Atasco vital. Me ha infundido mucha ternura, no sé por qué, pero sobre todo, me ha producido una profunda tristeza unida a algo que cada vez siento más cercano, la ensordecedora sensación de soledad en medio de tanta gente.

bassho dijo...

El terror

Joseph Conrad en “El corazón de las tinieblas” habló de él. Viajó a África para buscar las profundidades más oscuras del alma humana.
Ningún ser humano que no sea capaz de pisar los límites escurridizos del terror más absoluto puede decir que se conoce a sí mismo, o que está libre y dispuesto para comenzar el camino ascendente de su evolución.
Porque el terror hunde sus raíces en la ignorancia, en el deseo, en la esencia de la dignidad, el valor y la valía de cada cual.
Hay que insistir constantemente para no mirar hacia otro lado.
Pero el terror del que hablo no tiene que ver con la visión pueril de las películas, o las imaginaciones juveniles de los adolescentes. Más bien es aquello que se abre al destapar ciertos “huecos” de nuestro pensamiento, de los afectos, de los sueños.
La capa que se esconde tras la inconsistencia del tedio, del cómodo abandonarse a la corriente del río que fluye, o de la desesperación que produce el permanente atasco dentro y fuera de nosotros…
La repetición de los días, el abismo que aparece tras hacerse trizas lo cotidiano, la sustancia vulgar que nos unta y maquilla…
Y allí, en ese inmenso y agotador corazón de las tinieblas, donde habita el terror, se esconde sonriente algo que muchos han denominado de formas diversas, pero que yo, ahora, quiero llamarlo “el guardián entre el centeno”.

Sirenoide dijo...

Conmovedor como siempre Bassho. Yo también he reflexionado mucho sobre el terror y sus consecuencias, sobre cómo se tambalean hasta los valores más firmes ante el miedo que paraliza y bloquea. Creo que la categoría humana se mide verdaderamente en esos momentos en que sientes desaparecer el suelo bajo tus pies, en que todo aquello que te da estabilidad y seguridad se evapora, cuando buceamos dentro de nosotros mismos. Es entonces cuando la grandeza o por contra la miseria más indigna emergen en toda su crudeza