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20 de julio de 2009

Virtualidad

Viajaba en su viejo barco; un barco, noble, decidido y marinero, pero viejo. Se trata de un navío de otro tiempo, un tiempo cercano pero abismalmente distante. Un tiempo en el que la mar y el navío surcaban juntos la realidad, porque eran parte de lo mismo.

Pero desde el día del gran apagón el mar se transformó y su comportamiento fue haciéndose más y más extraño. El oleaje empezó a tener una monótona cadencia, un ritmo constante, un pulso artificioso. Las olas comenzaron a salpicar con cierto retardo y hasta el tránsito de la luz parecía no alterar la dirección de las sombras. Se trataba de un mar decididamente extraño.

Todos aquellos cambios fueron sucediendo de forma paulatina, pausada, de manera que resultaban inadvertidos para la mayoría, una mayoría siempre narcotizada por la novedad. Pero para el viejo marinero, los cambios en la mar eran significativos, hacía largo tiempo que los había identificado, datado incluso. Sin embargo todo cambió aquella mañana en la que al mirar hacia la amura de babor, percibió cierta sensación de irrealidad; la espuma que se formaba al golpear el agua en la quilla y que recorría las bordas de la nave, tenía algo de pictograma manga y pudo ver con nitidez, como las crestas de aquella espuma imaginaria estaban culminadas por unos inconfundibles cuadradillos pixelados.

Desde aquel día empezó a percibir en todo cuanto miraba, los trazos definidos del dibujo que caracterizan a todo diseño humano, y comprendió con gran asombro, que el mar por el que viajaba, el cielo que le cubría, el horizonte al que se dirigía y hasta su propio barco, todo, era una creación artificial, un mundo de diseño, una realidad virtual en la que la humanidad entera estaba atrapada.

Aquella mirada al mar cambió su vida, fue el comienzo de su despertar.

3 de julio de 2009

Beneficio

Los conceptos cambian casi sin darnos cuenta, mutan, se transforman redefiniendo su significado y generando nuevos ámbitos de realidad en torno suyo.

Del “bien que se hace o se recibe”, definición tradicional de beneficio, hemos pasado al beneficio-ganancia o al beneficio indicador de riqueza: de empresas, de países, de personas.

Es este un cambio sustantivo, pues aquél beneficio que antes estaba en función del “bien”, ahora se sitúa en el entorno del provecho que se saca de algo, de la ganancia obtenida, quedando excluida toda referencia al bien. Nótese el cambio; bien que se da o se recibeprovecho que obtengo u obtiene alguien de algo. Un enfoque este último que implica un arraigado sentido de propiedad de carácter planetario.

Sin embargo, quizás por la brevedad de este proceso de cambio, tal vez porque todo conserva parte de su origen, el caso es que habiendo sufrido una mutación tan perversa, el término beneficio sigue pareciendo o al menos aparentando encerrar, un bien neto e incuestionable.

Asumimos así, apoyado con vehemencia por los divulgadores de los pensamientos únicos, que beneficio es sinónimo de riqueza, pero que pareciera destinada a alcanzar a todo el tejido social o aún más, a la humanidad entera.

Beneficio, concepto metamorfoseado, trasmutado; de paradigma de perfección humana, a máxima del avaro egoísmo postmoderno. Tecnicismo economista que como recién estrenada religión, necesita acuñar términos que apoyen su expansionismo, contribuyendo a divulgarla.

Estamos en la era de un nuevo beneficio, aquel que criba sin piedad los dividendos. Resultado espurio entre gastos e ingresos siempre positivo, gracias a una contabilidad que hace coste cero de todo bien natural, de todo residuo industrial, de todo proceso de fabricación y de diseño que se desvincula contablemente de la responsabilidad de perpetuar la vida en el planeta.

Cualquier educador corregiría al alumno que para hacer un trabajo de clase pretendiera horadar los cimientos del colegio, sin embargo en la edad adulta nadie corrige el sistema de generación de beneficio que atenta contra la supervivencia del propio sistema y contra la vida misma, encubriendo su criminal actividad con términos modificados lingüísticamente y acuñados en el crisol de una nueva mitología.