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3 de diciembre de 2009

Religión

El hecho religioso surge como respuesta a la necesidad de difusión de una escuela de pensamiento, instalándose como aparato de divulgación de ideas, certezas y visiones proféticas, más o menos filosóficas o místicas de la realidad. Pero esta acción de divulgar, va generando un efecto vulgarizador de los hechos, de los fundamentos relevantes que son objeto de difusión. Las iglesias y los aparatos de la fe, se transforman en departamentos de marketing ecuménicos que diseñan y definen estrategias, difunden y proclaman máximas, lanzan advertencias y amenazas, acuñan símbolos siendo creadores de la iconografía visual corporativa, diseñan marcas en definitiva, con sus planes de fidelización y sus programas de castigo y recompensa. Pero el aparato religioso establecido es ante todo un negocio de poder, un negocio de cifras multimillonarias inspirador de enfrentamientos, instigador de guerras, fuente de diferencias, emblema de separación entre iguales.

El hecho religioso, otrora surgido en un entorno de humildad y casi siempre en precario, se arropa con el tiempo de una poderosa maquinaria de poder barnizada de divinidad, en la que militan los grandes magnates de la fe, los insidiosos doctores de la iglesia, especuladores de conciencias, tendenciosos maestros del dogma, egocéntricos iluminados, toda una caterva de individuos asidos al poder de lo oculto. Oscurantismo exento de toda sabiduría, desprovisto de todo discernimiento, carente de la más sutil de las conciencias, viaje secular hacia la perversión de los principios, alejados hasta el paroxismo de la fuente que lo inspira, origen del vigente y milenario despropósito eclesiástico, igual en el oriente que en el occidente.

3 comentarios:

Sirenoide dijo...

Amén.
Finalmente no decía locuras el que afirmaba que la religión es el opio del pueblo, no? Lo peor no es tanto la religión en si misma como las jerarquías que se adueñan de las ideas y que pretenden un pensamiento único y oprimido.

bassho dijo...

y, sin embargo, ¿cómo satisfacer esta necesidad de espíritu, de unidad, de silencio, de misterio que siento? ¿Dónde buscar, cómo y con quién compartirla? ¿Dónde ý cómo recuperar esas emociones que surgen al contacto con lo trascendente, a la comunicación de esas emociones de forma libre?

palabrerías dijo...

...tal vez, la espiritualidad sea algo estrictamente interior y su espacio natural, el silencio