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30 de octubre de 2009

Relatividad

Miramos al cielo nocturno con la mirada escrutiñadora de Galileo o de Copérnico y en el mejor de los casos, y siempre que estemos alejados de los grandes centros de población, vemos miles de luces pugnando por romper un monótono y mono tono lienzo oscuro como el carbón. Es la luz abriéndose tímidamente paso, entre las infinitas tinieblas que todo lo pueblan.

Contemplamos este espectáculo magnífico en el desierto, por ejemplo, dónde una bóveda de estrellas nos aplasta contra una tierra llana como un plato. Miramos hoy hacia cualquier punto lejano del espacio y lo que vemos es ayer, como en una máquina del tiempo. Todo el planeta Tierra gravitando en un entorno de irrealidad ya desaparecido, extraña convivencia de presente y pasado en un solo acto, ayer y hoy en un mismo instante.

Miramos, para ver un universo incomprensible al que nuestra vista humana no alcanza. Miramos, y la luz que vemos es una luz inexistente ya, un reflejo de pasadas epopeyas que insiste en permanecer, que vuelve desde las fronteras de la muerte. Miramos y vemos la oscuridad total, “el vacío”, un vacío sin embargo repleto de materia desconcertante e incierta.

Materia invisible, acontecimientos del pasado que parecen suceder hoy, áurea proporción uniéndolo todo, vida en forma de sutil vibración.

En este universo de incomparables enigmas, donde todo fluye y cambia, todo se expande y se contrae, donde todo avanza y retrocede, donde hasta el pasado convive con el presente. ¿De qué sirve alentar nuestros deseos, qué hacemos con nuestras verdades, qué con nuestras certezas?

5 comentarios:

bassho dijo...

Era una casa situada en el costado de una ciudad del Mediterráneo, amueblada con pesadas alfombras de lana que guardaban en sus entresijos granos de arena y sal del mar cercano. No era nuestra casa, la alquilábamos en verano. Daba a una enorme extensión de agua oriental, y por cada ventana se colaba impetuoso un viento de brisa desaforada que barría la larga terraza a la que salíamos para refrescarnos.
Junto a la baranda que miraba al horizonte marino, dormitaba a veces mi hermano, otras mi padre tumbado en la hamaca con la boca medio abierta, o mi madre leyendo una revista, mi hermana devorando esos gruesos libros, y siempre mi perra junto a quien se terciara.
Yo prefería el interior en penumbra, el sofá solitario, la silla de madera… Mis idas y venidas eran interiores en aquella urbe que sentía hostil, apenas sin parques, centros culturales donde respirar un poco de paraíso solitario y curativo.
Pero cuando la noche comenzaba a llegar derrotada, y todas las luces vestían la línea lejana del mundo redondo que nos cercaba silencioso, disfrutaba cruzando el umbral del salón, atravesando la puerta siempre abierta, y me llenaba del brillo nocturno que llevaba toda la eternidad esperándome, de sonidos de olas que vienen y van invisibles… El calor a esas horas era tibio y húmedo, resbalaba sencillo por la piel agotada de luz y de sol.
Miraba insistente a lo lejos, observaba atento el paisaje, lo saboreaba, lo olfateaba, me impregnaba de corrientes marinas… Allí, qué extraño, encontraba la paz que buscaba sin saberlo, descubría la profundidad de la vida tan superficial en apariencia, me hallaba a mí mismo y, sorprendido de este tesoro destapado, reposaba y respiraba al ritmo del oleaje; me fundía inédito después con la bóveda del cielo, todavía más lejano, aun con más misterio, incluso más profundo y, sin vértigo, navegaba con el alma y la mente por entre estrellas, mientras en mis venas se precipitaba la sangre emocionada de un lugar al otro.

bassho dijo...

De repente

De repente una sensación me atraviesa: es la presencia permanente de mi cuerpo en mí. Y se convierte en pensamiento: Estoy sano y a salvo.
Si permanezco en este instante, libre de cualquier tiempo o espacio; si sujeto mi mente, mi espíritu a esta verdad que acabo de encontrar, me hallaré para siempre como ahora: Sin ataduras, dispuesto a actuar correctamente, ligero al haber abandonado todas las cargas que transporto habitualmente, sin obligaciones ni dejaciones, pues aquí todo se cumple como debe…
Se escurren las apariencias, vuelan las ideas, quedamos entonces desnudos, expuestos, sobre todo a la mirada de nosotros mismos.
De repente, ese instante ha transcurrido hace muchos momentos, y apenas brilla su recuerdo en algún lugar remoto del corazón.

Sirenoide dijo...

Qué hermoso es el espejo que nos muestra el sabio firmamento sobre lo que somos, sólo pequeños puntos en el universo que brillan y luego se apagan dejando un recuerdo de lo que fueron. Las estrellas, al igual que cada grano de arena del desierto, forman parte de un Todo inmenso…¿por qué nosotros nos creemos tan importantes? Quizá porque nos aferramos a lo que nos aporta seguridad y estabilidad, atribuyendo a cuestiones externas, lo que debería brotar de nuestro interior. Necesitamos sentirnos grandes y poderosos, ¡qué desgraciado mundo hemos construido con esa base de posesión egoísta y zafia!.

Y aquí me sumo a la gran cuestión que planteas al final…¿para qué los deseos y las certezas? Es más, yo me pregunto, ¿por qué no abrazar esos anhelos y cuestionar nuestras verdades? ¿por qué no relativizar?. Si aprendiéramos a hacerlo, a ir a la esencia de las cosas, disfrutando el camino: aprendiendo, aceptando y agradeciendo, seríamos más conscientes de nuestra pequeñez y como escribió Kundera, de “la insoportable levedad del ser”.

Sirenoide dijo...

¿Qué pasa en noviembre con Palabrerías? ¿cierra por vacaciones? Estoy esperando aquí en las profundidades abisales...

Anónimo dijo...

Bonjour, palabreriasdiarias.blogspot.com!
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