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3 de julio de 2009

Beneficio

Los conceptos cambian casi sin darnos cuenta, mutan, se transforman redefiniendo su significado y generando nuevos ámbitos de realidad en torno suyo.

Del “bien que se hace o se recibe”, definición tradicional de beneficio, hemos pasado al beneficio-ganancia o al beneficio indicador de riqueza: de empresas, de países, de personas.

Es este un cambio sustantivo, pues aquél beneficio que antes estaba en función del “bien”, ahora se sitúa en el entorno del provecho que se saca de algo, de la ganancia obtenida, quedando excluida toda referencia al bien. Nótese el cambio; bien que se da o se recibeprovecho que obtengo u obtiene alguien de algo. Un enfoque este último que implica un arraigado sentido de propiedad de carácter planetario.

Sin embargo, quizás por la brevedad de este proceso de cambio, tal vez porque todo conserva parte de su origen, el caso es que habiendo sufrido una mutación tan perversa, el término beneficio sigue pareciendo o al menos aparentando encerrar, un bien neto e incuestionable.

Asumimos así, apoyado con vehemencia por los divulgadores de los pensamientos únicos, que beneficio es sinónimo de riqueza, pero que pareciera destinada a alcanzar a todo el tejido social o aún más, a la humanidad entera.

Beneficio, concepto metamorfoseado, trasmutado; de paradigma de perfección humana, a máxima del avaro egoísmo postmoderno. Tecnicismo economista que como recién estrenada religión, necesita acuñar términos que apoyen su expansionismo, contribuyendo a divulgarla.

Estamos en la era de un nuevo beneficio, aquel que criba sin piedad los dividendos. Resultado espurio entre gastos e ingresos siempre positivo, gracias a una contabilidad que hace coste cero de todo bien natural, de todo residuo industrial, de todo proceso de fabricación y de diseño que se desvincula contablemente de la responsabilidad de perpetuar la vida en el planeta.

Cualquier educador corregiría al alumno que para hacer un trabajo de clase pretendiera horadar los cimientos del colegio, sin embargo en la edad adulta nadie corrige el sistema de generación de beneficio que atenta contra la supervivencia del propio sistema y contra la vida misma, encubriendo su criminal actividad con términos modificados lingüísticamente y acuñados en el crisol de una nueva mitología.

2 comentarios:

Sirenoide dijo...

Creo que se ha asociado tanto a utilidad (2ª acepción según la RAE) y, sobre todo a riqueza, que me entristece. Ya no es que se transforme (con lo que conlleva una transformación de proceso gradual), es que se convierte en otra cosa diferente, en otro concepto con otro significado en una décima de segundo. Y eso no me gusta, no me gusta nada porque al final se lleva todo al materialismo vacuo y superficial que promueve este podrido sistema y los que los mantenemos de uno u otro modo.

bassho dijo...

Muy brillante e interesante tu reflexión sobre el significado de la palabra "beneficio". Las palabras están cargadas de contenido verdadero, es decir, nombran la realidad y al nombrarla la manifiestan pero también la crean. Lenguaje y realidad están íntimimamente unidos.
Las palabras nos definen como miembros de colectivos, grupos sociales, niveles culturales, movimientos ideológicos, matices generacionales, detalles emocionales ...
¿Qué ocurrirá con el pensamiento, con la realidad, si empobrecemos el lenguaje, si lo transformamos hacia términos "contaminados", degenerados, intencionadamente perversos, amorales, de baja intensidad o estruendosos ...?
En el polo opuesto se encuentra el lenguaje del artista, del creador o compositor de términos, del descubridor de mundos a través de la luz de las palabras.