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26 de febrero de 2009

Náufragos

Llegan a las costas de la madurez con desesperación, presos de sí mismos, hombres y mujeres con las ilusiones deshilachadas por las decisiones de su vida.

Sumatorio de pequeñas catástrofes cotidianas, acumuladas en el umbral de un tiempo personal y colectivo, dejaciones de sí mismo sedimentadas durante años de vivir disconforme al propio pensamiento, distancia insalvable de lo bueno ahogado por un infinito afán de prosperar.

Belleza olvidada en el desván de un pragmatismo ultraortodoxo, vida inoculada de ideas de otros, de pensamientos de otros, vida plagada de vidas ajenas, sin rastro de la propia identidad.

Naufragios fraguados en la rutina, inercia de acontecimientos que motivaron la deriva, arribada a las costas del lado oscuro, espacio lleno de objetos, repleto de posesiones, ahíto de ausencias. Ausencias profundas de sí mismo, potencialidad ahogada en toneladas de quieros, en océanos de deseos imposibles, insatisfacción constante que naufraga en el fantasmagórico océano de la ficticia abundancia.

Despertar tardío en brazos de la ausencia, desolada ausencia, permanentemente incompleta, incapaz de ser colmada por lo poseído.

Nada, sensación y declinación de nada. Soledad terrible preñada de vacío, naufragio de todas las vidas persiguiendo una sombra de avaricia acaparadora, pretendiendo la felicidad fingida, demorando siempre la búsqueda de la esencia en pos de una quimera, constatación de vacío, desierto, nada.

3 comentarios:

bassho dijo...

Inquietud

Es en la noche cuando de repente surge la pregunta. Aseguro que no la busco, ni la pienso, ni la espero; pero siempre aparece suavemente, se desliza en mi mente y suena. Al principio apenas la oigo perdido en mil imágenes y recuerdos. En realidad es como si no existiera todavía. Primero, se asoma tierna por un lugar de la garganta, y mi boca y mis labios se niegan a digerirla y pronunciarla. Es entonces cuando la oigo plenamente en algún rincón de mi cabeza: allí resuena libre y abierta, en ondas que se extienden por todo mi cuerpo, quizá más allá de él, por todo mi ser.
Lo que me inquieta no es exactamente la pregunta. Al fin y al cabo es una interrogación vulgar, que cualquiera puede reconocer, repetir...
Lo inquietante es la falta de respuesta, la imposibilidad de decir algo satisfactorio, de salir airoso, tranquilo y ponerme a dormir.
¿Qué he hecho hoy?
Un solo acto de valor, algo que justifique el día entero vivido, simple detalle o evento heroico...
Nada, no hay nada a lo que agarrarse.

bassho dijo...

10 de marzo.

¿Dónde han ido las palabras que me habitaban, los ritmos, encuentros, hallazgos. Las más amorosas, insólitas, nuevas.
Aquellas que hablaban de mí, me desnudaban y reconciliaban con el mundo.
Las que jamás pronunciaría en voz alta, las que describían los sueños más extraños, o mostraban lugares nunca vistos?

Hubo un tiempo en que me mantuve sumergido en el silencio: sentía pánico de hablar. Ahora he cambiado: sigo sintiendo aquella vergüenza, pero además la he extendido a cuando los otros hablan.

Admiro ese no decir nada de la piedra, el viento, la nube. El silencio del agua, del cielo. El mutismo cálido de la luz que se derrama, los susurros inaudibles del color cuando amanece o atardece, la fijeza de la corteza en el tronco o la volubilidad de la hierba.

Adoro los momentos de perdón, nacimiento y muerte que vivimos a lo largo del día. Pido desesperadamente un respiro, un descanso de este cotidiano ahogo.

Sé que pertenezco a la especie depredadora que abusa de todos aquellos que considera inferiores en conciencia: animales, niños, mujeres y hombres que se le antoje.

Por ello, agradezco esta enorme reconciliación que la naturaleza me ofrece.

palabrerías dijo...

Creo en esa reconciliación que se encuentra en lo sencillo, en lo natural, en el silencio, ese vacío lleno de energía vital. Comparto la necesidad de encontrar el descanso, la indulgencia y también la armonía, y el optimismo frente a la pesadumbre que sobrevuela. Necesidad de meditación, de paz y de mantener la alegría.