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8 de octubre de 2008

Llanto

Un sutil manto de fina lluvia derrama su humedad sobre la reseca y agónica tierra, agujas de agua pulverizada empapan un suelo cansado, yacente. Llora el día lágrimas de lluvia porque es el tiempo de la derrota, llora el llanto del hombre incapaz y consumido, hilarante llanto de amapolas secas, tardía plegaria de inconsciencia.

Llora el día, un día infinito, un día incomprensiblemente eterno, un día que parece ciento y sus lágrimas golpean la desidia, la pereza, la desesperanza de la inconsciencia. Llora el día por el hombre que devora agua, vida y tierra...un hombre que ha transformado su ambición en lúgubres certezas.

1 comentario:

bassho dijo...

Nada

A veces un fogonazo de luz o conciencia nos deslumbra, nos aturde, o quizá nos permite ver con la misma transparencia que lo hace el mismo aire.
Entonces comprendemos o sentimos algo de un modo total y absoluto. Después, se diluye el grito de certeza y queda lo percibido como un sueño, para más tarde, por suerte, olvidarlo.
Lo que ahora describo es el eco de uno de esos momentos.
En aquel instante entendí, supe, sentí que realmente no tengo nada –qué difíciles son de expresar las certezas cutáneas-. Nada poseo, nada es realmente mío, nada me pertenece esencialmente: dinero, casa, mujer, niños, coche, ciudad, pasado, familia...
No me angustió ni me alegro, algo más simple surgió: sorpresa, cierto asombro, desconcierto... para al segundo siguiente aferrarme a cualquier objeto o persona que se encuentre a mi lado.