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1 de junio de 2007

El ladrón de instantes

Llevaba cuarenta años amarrado a aquel portal que hoy lucía renovado, por la remodelación del centro histórico que había tenido lugar hace unos pocos años, así, junto con las vidrieras de los descansillos, el ascensor de caja de madera y la barandilla labrada, él era de lo poco que había sobrevivido como herencia del pasado.

Tardes y mañanas enteras de tedioso contemplar el paso de la existencia, desde la caverna que era aquel oscuro y angosto portal del viejo Madrid, tan fresco en los calurosos días de verano. La soledad y el hastío habían hecho de él un portentoso conversador ocasional, un prodigio parlante de verborrea fácil, capaz de elevar cualquier nadería a la categoría de asunto vital. Gozaba de una facilidad sin límites para hacer de cualquier situación chascarrillo, para templar una liviana conversación en los instantes más inoportunos, contaba para ello con un elenco de anecdotario que prodigaba a la más mínima oportunidad, incluso auque esta no existiera.

Era un profesional, sin duda, un administrador de soledades que alternaba sabiamente, con esas pequeñas dosis de ocioso parloteo, en las que convertía el paso de cualquier vecino o transeúnte por el portal.

Era un ladrón de instantes, pequeños instantes con los que alimentaba una vida de silencios y soledades, en un intento de llenar aquel vacío portal. Hurtaba momentos a hurtadillas, colándose clandestina y subverticiamente en vidas ajenas entre el espacio que separaba la puerta, de las escaleras; su inefable reino. Eran sus dominios, y como cazador de tiempos muertos, no se le escapaba ni una sola pieza que le interesara de verdad, porque con el tiempo se había convertido en un gourmet, en un paladeador de instantes, que como experto, sabía apreciar de un simple vistazo el potencial de cualquiera para una jugosa conversación o con quién sacar el mejor partido a su nuevo chascarrillo.

El ladrón de instantes viejo y algo entumecido se jubiló ayer, y la portería del número 2 de la calle San Comodín, se liberó por fin de los abordajes de aquel pirata de tiempos, pero el portal está hoy más oscuro y triste que nunca.

1 comentario:

bassho dijo...

Portal de palabras abierto a un interior silencioso y a un exterior bullicioso. Cerbero de sombras.