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7 de mayo de 2007

Umbral

Fijamos el umbral de la pobreza en 1$ por persona y día, linde eufemístico de la supervivencia, avalado por doctos economistas “devoradores de salmón”, vestidos de Hackett.

Pero ¿dónde situamos el umbral de la opulencia?, no de la riqueza, no, que esta es evidente que se encuentra en regiones estratosféricas, sino el umbral de la opulencia, esa que nos sitúa cada día frente a una legión de cosas superfluas, sin las cuáles “no podemos vivir”, colección de posesiones, adquisiciones impulsadas por el deseo de poseer, siempre insaciable, siempre excediendo lo necesario.

Definir este umbral nos enfrenta al gasto por persona y día, a cuantificar el consumo energético, a poner cifra a la sobreexplotación de recursos necesaria para mantener “nuestras necesidades básicas”.
¿Dónde fijamos el dial de nuestra opulencia?, ¿cuál es nuestro índice, nosotros que somos expertos en convertir todo en porcentajes?, y cuál es la diferencia entre uno y otro umbral, ¿cuál la diferencia cuantitativa?, y sobre todo ¿cuál la cualitativa?, cuantificando esta diferencia en cifras podremos cifrar nuestro cinismo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Opulencia es una palabra obesa, grasienta, sudorosa en su pereza... Duerme sin sueños. Escurridiza, invasora, hipnótica, analgésica. Viaja diluida en el tejido social, pero también se esconde como un virus en la sangre que fluye por la vida individual.
De apariencia sonriente, dulce, agradable, incluso inteligente... Justifica su existencia en la búsqueda de la felicidad que establece como un derecho frente al deber de los otros.
No admite la definición, los porcentajes, la cuantificación... pues se esconde para sobrevivir y así ser intocable, pasar desapercibida, ocultarse...
Opulencia es una palabra fácil de olvidar, se resiste a ser pensada, evaluada... Porque las palabras nombran lo que son.

bassho dijo...

Viajan despacio las nubes

Viajan despacio las nubes. Es cierto que no tengo ningún motivo para escribir esto. Llueve con fuerza, pero ¿y si no siempre siguiéramos los dictados de la lógica, de la razón? El poema surge en el desconcierto, la paradoja, el destello súbito...
Viajan despacio las nubes, como aquella tarde en la que me asomé con mi hermano a la explanada embaldosada. Él sentado en su silla de ruedas y yo empujándolo. La compañía hecha tacto, el tacto convertido en presión, la presión diluida en movimiento.
Le llevé hasta los macizos de plantas que había en un pequeño jardín, acercándolo a la hierbabuena, y al romero, y la santolina. Aspiré su perfume y le pedí que él también lo hiciera. Un leve gesto de su nariz aparentaba significar que intentaba participar en lo que le proponía. Pero le molestaba el sol que a ratos se colaba entre las nubes y volvimos a la residencia.
No recuerdo cómo se hizo de noche aquella tarde, ni quién acostó su cuerpo pesado sobre la cama; sólo que en mi mano aún tiembla la sensación de esa piel tan suave en que se había convertido su carne.

palabrerías dijo...

Es cierto que opulencia, es una palabra olvidadiza, perdida de algún modo, tal vez porque la obesidad no está de moda.

palabrerías dijo...

Viajan despacio las nubes...

Se saborea el momento, íntimo, cálido, en el que la palabra la toman los detalles.

Gracias.